En 1692, el licenciado Francisco de la Calancha Valenzuela estableció una comunidad sobre la margen sur del Río Sabinas, con indios domésticos, conocidos como “indios calancheños”. La propiedad original abarcaba desde “… la bajada de la Cuesta de Picachos, hasta el nacimiento del Ojo de Agua” en un total de 38 sitios de ganado mayor, 2 sitios de ganado menor y 8 caballerías de tierra.
El asiento poblacional recibió el nombre de San Francisco Javier y desde sus comienzos fue el centro de una próspera empresa agrícola y ganadera.
A iniciativa del licenciado Francisco de la Calancha y Valenzuela, entró a este valle el General Ignacio de Maya un año después, en 1693, fundando sobre la margen norte del Río, el Real de Santiago de las Sabinas.
El licenciado y fraile de la Calancha y Valenzuela fue un hombre importante en el Nuevo Reino de León, llegando a ser incluso gobernador del Estado. Preocupado por la carencia de educación superior en el Reino, cedió en 1710 su Hacienda de San Francisco Javier a la Compañía de Jesús, para que de sus beneficios estableciesen en Monterrey un colegio de educación superior.
En ese entonces, la Hacienda de San Francisco Javier tenía los siguientes bienes: 1,000 reses, 25 manadas de yeguas de 25 cada una, 7 burros, 60 bueyes mansos con los aperos de 15 yuntas, 100 caballos mansos para el servicio de las haciendas, 15 mulas mansas para lo mismo, 1,200 cabras, una carreta o cajón, un trapiche con sus sementeras de caña, con tres calderas, una grande y una mediana, con todo el avío; 8 caballerías de tierra con saca en el nacimiento del ojo del río de las Sabinas; 14 sitios de ganado mayor, 3 de ganado menor, anexos a las caballerías de tierra.
De 1710 a 1746, la Hacienda fue administrada por la compañía de los frailes jesuitas. Al no poder prosperar las actividades de los mismos en el noreste, éstos vendieron su propiedad en el Real de las Sabinas al General Francisco Ignacio Larralde, figura política y militar importante en esa época, gobernador también del Reino de León. Es a partir de entonces cuando se establecen las dos denominaciones que perduran: la comunidad mestiza establecida anteriormente seguiría siendo de San Francisco Javier y la propiedad agrícola y ganadera sería llamada Hacienda Larraldeña.
En 1750, el General Larralde vende parte de su propiedad al Bachiller Manuel Flores Valdez, surgiendo así la llamada Hacienda La Floreña. Mientras tanto, en la otra margen del río, en 1760, el General José Salvador Lozano adquiere los terrenos de los descendientes del General Maya, fundando con ello la próspera hacienda de San José, en terrenos que tradicionalmente serían llamados Lozaneños.
Con el curso del tiempo, las propiedades fueron subdivididas… no hubo uno, sino varios hacendados… no había una hacienda, sino varias pequeñas haciendas. Todos, en realidad, eran copropietarios de los antiguos terrenos, quienes se asociaban para efecto del control y uso de las aguas, la limpieza de las acequias y el arreglo de los caminos.
La escasez o abundancia de agua agitaba o apaciguaba las relaciones entre hacendados y vecinos. Los vecinos eran los del pueblo, los cuales habían logrado sus derechos sobre sus solares y el uso de las aguas de la acequia desde 1730.
Como es natural, siempre hubo conflictos, malos entendidos y roces entre ellos… a veces también había tragedias… pero sobre todo, creo que lo que más hubo fueron resentimientos entre peones y hacendados, entre medieros y propietarios.
En la tradición, la Hacienda Larraldeña es un largo tiempo colonial atrapado a un lado de Sabinas Hidalgo.
En la leyenda, fue una hacienda de muchos hacendados mezclados a través de los siglos entre los hombres comunes del pueblo, pasando a veces las mismas inclemencias y terminando en los mismos descalabros, la historia de la Hacienda y de los muchos hacendados, fue una cadena de trabajos agrícolas apegados a la tierra y al agua, capaz de trascender llevando un solo nombre, aún cuando ya ningún Larralde fuese su dueño absoluto…
El origen se nombró Larraldeña, junto al nombre de Sabinas. La leyenda se narró en nostalgias de familias enteras y la historia es una suma de cuentas aún sin conciliar, aún sin escribirse…
Otras cosas sucedieron también en la Hacienda Larraldeña. Una escuela oficial, la José María Morelos, surgió en 1884; las misiones culturales de la S.E.P. le abordaron desde 1927; Don Manuel M. García y Doña Teresita le tuvieron querencia en esos años. La carretera atravesó sus entrañas en 1926. La Reforma Agraria, le creó un ejido en 1937 y una magnífica escuela federal llamada “Emiliano Zapata”. Fue entonces cuando la hacienda se topó con tiempos nuevos… de eso hace ya medio siglo.
El tiempo nuevo ya no lo es tanto. Las cosas han llegado a un punto de equidad entre lo que se fue y lo que se es… Por eso, la hacienda que se empeñó en llamarse Larraldeña, la hacienda de los muchos hacendados que fue antecedida por una comunidad epilogada por un ejido, es herencia de todos en la historia de Sabinas Hidalgo.
19 de junio de 1986.