Bajando la calle Guerrero y atravesando el río, estaba los barrancos y la subida al barrio de Bella Vista… subida de tierra y piedra, ajada a la tierra misma… barrancos de barro puro, de sombras y veredas hasta el poniente, hasta donde daba el recodo o “la peñita”, hasta donde termina el barrio.
La historia del barrio de Bella Vista en silenciosa… da comienzo con el camino viejo a la hacienda Larraldeña… da comienzo también con el trazo de la acequia profunda a las tierras de los hacendados… es una historia intermedia entre un punto y otro del pueblo… es el espacio intermedio entre el manantial y las labores…
Los solares de Bella Vista veían sólo pasar el agua… Bellavista es así una historia que bien se le puede ver desde el pueblo viejo o bien se le puede ver también desde Larraldeña Bella Vista queda en medio.
Camino viejo y largo, calle ancha siguiendo al río, diagonal persiguiendo la verdad… grandes solares, casas y jacales de adobe, corrales para los animales, jornaleros, peones y artesanos… el amarillento sol persiguiendo las sombras de todos en un barrio envuelto en el polvo y en la pobreza…
Tres subidas tenía el barrio de Bella Vista… una subida que no era subida fácil, por el lado de la casa del padre Castañeda, luego la subida larga del camino viejo y allá lejos, después de la bajada, desde el Barrio del Aguacate de la casa de don Jesús Salazar, una subida plana por entre las rocas del río…
Entre las subidas, los barrancos, sobre los barrancos vereditas y escalones. Arriba un barrio de gentes humildes observadoras del tiempo y de las cosas.
En Bella Vista los viejos tendajos, los artesanos hojalateros, los que hacían mecates de ixtle, los que escarbaban norias, los que trabajaban el carrizo, las mujeres que lavaban y planchaban y, además aquellos buenos italianos que se hicieron sabinenses y mexicanos de todo corazón, como don Antonio Perrone, don Francisco Petrusa, don Vicente Rizzi y don Nunciante Falcone.
El tiempo los convirtió a todos con nosotros.
La escuelita de Bella Vista, contiene aún la sabiduría del viejo maestro Miguel Guadiana Villarreal diariamente subiendo y bajando con su bicicleta por aquel rumbo. La casa del tío José Llano es un lugar en los quehaceres de Bella Vista, trabajos de campo, ritos religiosos y pláticas bajo el sabino y los gobernantes.
Con los niños de Bella Vista peleábamos a las “guerrillas”, a las pedradas de lado a lado del río… el reto se concretaba en el molino de calle Lerdo.
A las cuatro… ¡a las cuatro!
Frente al charco de Tía Treja… no, mejor frente al Charco de la Paloma… no se vayan a rajar… ¿Nosotros?… ¿Ustedes?…
Por la tarde, pedradas por todos lados, una señora gritó “¡Llamen a los empleados!”… terminó la guerrilla… todos echamos a correr.
Es también Bella Vista correría de los “ataques”, más conocer el terreno que hurtar, a los huertos de nogales y naranjales al otro lado del barrio… correrías y cercas al brincar… los perros que ladran sin cesar. El saldo: seis naranjas verdes, un montón de nueces que manchan la camisa y susto que aún no se olvida.
En Bella Vista también parte de la brillante historia del deporte de nuestro pueblo… hace 31 años ese buen hombre que es don Aléctor Ruiz Cavazos, noble patriarca del deporte, impulsó la construcción de un gran parque deportivo en ese lugar, gradas de madera bajo el trazo de un maestro carpintero: don Celso Garza Ríos… campo silvestre lleno de topos y de ardillas, a los lejos la nogalera de don José Garza.
Por los barrancos y veredas canceladas, Bella Vista es un barrio cada vez más reducido… por el trazo de las calles anchas y en diagonales, Bella Vista es un barrio centenario… por el viejo camino y la eterna acequia que le marcan el eje y su perímetro, Bella Vista es un barrio de siempre… es un barrio de todos al pasar.
8 de Abril 1986