Inédita
A la muerte del gran Demócrata y como un tributo a la noble ciudad de Sabinas Hidalgo, cuna del héroe.
Pena que urdió a sus miles, en un peñasco jonio, vaso de piedra dura con una flor de lis; unido al de Francisco de Asís, al de Petronio, fue el corazón sencillo de Antonio Solís.
Suave con el que débil le demandó consuelo; fuerte para el malvado y Hércules de la acción, una vara de hierro forjada en terciopelo, era la firme y dulce paz de su corazón.
El educó su aliento con el amor del suelo, la roca dio a su frente ceño de eternidad; azul, le dio a su espíritu, la inmensidad del cielo, los montes, su firmeza, y el río su claridad.
Dicen que cuando niño, pastor del agrio risco, se fue del duro monte por el sombrío perfil; rodó piedras, su brega con el caprino arisco y coronó a las cimas de albura su redil.
Entonces fue en los campos tras los cabros ariscos, arrulló a las montañas su flauta de pastor, y cuando sus corderos blanqueaban en los riscos, arisco cabro de oro miró ocultarse el sol.
Y cuando pensativo desde el audaz basalto, llenaba sus pupilas de cielo tropical, ordenó a su anhelo que sirviera más alto, la estrella de la tarde le hacía extraña señal.
Cual Manelik gallardo bajó de las montañas troncó en verbo y en pluma su cayado y su hoz, y allá en la Tierra Baja temiendo sus hazañas, un hombre Lobo, artero, le acometió feroz…
…y cálida y sonora se desangró la herida, su sangre fue la cauda púrpura arrebol, sobre su frente joven palideció la vida, cual si tras de un celaje, se hubiera muerto el sol.
Antonio Mondragón Guerrero (Argentino)
Escrito en Sabinas Hidalgo, N.L. el 14 de diciembre de 1926 por su autor.