Ya no escucha el sotróz
de la viejas carretas
ni el grito del campesino
cuando ayudado por sus bueyes
barbechaba sus tierras.
Surco bonito ¡Barroso!
Ni el gorjeo del cenzontle
en lo alto de la anacua
ni el canto de la cigarra
ni el aullido de coyote.
No cuelgan de los tendales
de la vieja carreta
la cantimplora y el barril
que forrados de lona
hacían el agua muy fresca.
El campo, verde su ropaje
los había por doquier
las sandías y los melones
a vivir aquellos años
imposible, sería volver.
Llovía pero de verdad
la cosecha era abundante
a saborear los elotes
se invitaba a los amigos
a los parientes y compadres.
También iban a las comas
todos en sus carretas
sentados en los tendales
a recoger de esos árboles
muy felices, su cosecha.
La carreta y el arado
ya no tiran los bueyes
ni las mulas, ni caballos
hermosos aquellos años
yo recuerdo
Esos ayeres.
1984