Cada barrio es una suma de espacio y de tiempo. Un espacio a la vista y un tiempo al pasado. Un barrio es una estampa de sentimiento atrapados en un día sin querer y retocados toda la vida sin saber… un saber olvidar y un querer cambiar nada de lo que fue.
El barrio es una rutina y grandeza de la existencia en el espacio cotidiano de todos los días… los mismos pasos sobre los pasos de siempre… la calle sin voz que todo lo sabe y todo lo que dice… la casa abandonada que sólo revive con los recuerdos… la noche de sueños que vagan sin fin.
Todo eso es el barrio más las historias… Todo barrio tiene su historia, larga o pequeña, pero historia al fin… historia de pedazos de tierra, de casa y de dueños, de la calles, de los hombres y de sus ideas… lo original de todo ello consiste en que la historia de cada barrio termina siempre por ser leyenda, tradición y dícese que ese dice.
Una de esa historias, convertida en leyenda y tradición, es la del barrio del Aguacate, el cual fue real antes de ser barrio, fue la Villa de Sabinas antes que los demás barrios y fue “del Aguacate” cuando ya era un barrio viejo.
Es la historia de un barrio que nació sin serlo y de un bautizo tardío… es la historia de los solares y de los viejos vecinos, de las tomas de agua del río, de la acequias y del sistema de riego, de calles y callejones, de la plaza, de la iglesia, del panteón y del palacio municipal…
La historia cuando es fría, es sólo tiempo… el tiempo a veces también es frío… Es entonces cuando los barrios cambian, no tanto por la forma sino por el sentimiento… es cuando ya casi nadie sabe cuando empezó el barrio, ¿dónde empieza, dónde termina? ¿a dónde va el barrio?… ¿Quién guarda los nombres, las pláticas y los sueños de los que antes estaban aquí?…
Para defenderse del frío tiempo de la historia y del tiempo de la naturaleza hay que saber atrapar el significado y el sentimiento de cada barrio… En el caso del barrio del Aguacate, ahí está contenida la historia colonial, la mayor parte de la historia del Siglo XIX y principios del presente siglo de Sabinas… el barrio del Aguacate tenemos que sentirlo, conservarlo y verlo como el viejo espacio de la vieja historia de nuestro pueblo, independientemente de lo frío del tiempo de la historia, hoy expandido por más de 30 barrios y colonias, y del frío tiempo de la naturaleza liquidadora de las sombras verdes, risueñas y amables del viejo barrio del Aguacate…
¡Dos años sin sombras!… dos años sin sombras!… ¿Cuántos más?… ¿Y si las sombras no vuelven?…
Por lo pronto hagamos paseos en las sombras de nuestras nostalgias recordando los grandes árboles y callejones… por lo pronto… por lo pronto en que las únicas verdaderas sombras somos nosotros mismos al pasar por ese barrio preguntándole en súplica al sol, al cielo y al polvo. ¿Cuándo, cuándo volverán las sombras de los aguacates?
Las calles del viejo barrio del Aguacate están llenas de sol… hoy, las sombras somos nosotros, queriendo ver espejismos verdes a cada rato…