El motín y el informe de Díaz

Legado Histórico Sabinense

“No hubo buen éxito para sus autores una sublevación ocurrida en el territorio de Tepic a mediados de octubre último, y repetida a fines del mes pasado, porque habiendo ido a batirlos tropas federales se vieron los insurrectos obligados a desbandarse y sus caudillos a ocultarse en la misma sierra”.

“En el estado de Nuevo León hubo en noviembre del año pasado un pequeño disturbio en Sabinas Hidalgo, por cuestiones meramente locales. Lograron los descontentos derrotar una fuerza del Estado, más fueron despachadas en su persecución fuerzas del 2º y 13º regimientos, y se ha conseguido reducirlos al orden. Pasaron algunos de ellos a Coahuila y Tamaulipas, donde fueron perseguidos con buen suceso quedando la paz completamente restablecida”1.

Con las palabras anteriores informaba el Presidente Porfirio Díaz, el 1º de abril de 1885, a la representación nacional de Diputados y Senadores, de los acontecimientos que envolvieron a Sabinas -él lo llama Salinas- durante varios meses de aquel año de 1884, cuando las pasiones populares se desbordaron ante las tropelías y arbitrariedades del alcalde José María de los Santos, quien gobernaba haciendo gala del más irracional despotismo y el más torpe autoritarismo.

Aunque Díaz, trata de minimizar los sucesos a que nos hemos referido, la verdad es que su trascendencia se enmarca en la crisis que vivía el país a su llegada, por segunda vez, a la Presidencia de la República, después del período ocupado por Manuel González de 1880 a 1884.

Los años de 1882 y 1883 fueron agitados e inestables para el pueblo, ya que las inquietudes políticas se habían polarizado creándose un clima de divisiones que engendraban problemas y disturbios frecuentes. En 1882, era alcalde Andrés Santos y suplente el Lic. José Ma. de los Santos, que tenía fama muy acentuada de arbitrario y dictatorial y se le acusaba de ser quien manejaba al alcalde propietario; por otra parte, los oposicionistas que había perdido las elecciones afirmaban que su derrota era causada por las maniobras fraudulentas de que habían sido víctimas; en estas condiciones, los cerca de 4 mil habitantes de Sabinas vivían en medio de angustias y agitaciones que producían riñas y enfrentamientos. La división existente mantenía a todos posiciones encendidas y pronto a la violencia.

Al margen de las inquietudes políticas. Sabinas experimentaba años de auge económico, pues se denunciaban minas para su explotación en el Rincón de los Caballos, en la Mesa Cedral, en Sombreretillo y otras; las cosechas eran copiosas en cuanto a la caña de azúcar para fabricar piloncillo, maíz, frijol, vino mezcal y la ganadería alcanzaba altos índices en las ramas de los vacunos, equinos, lanar, cabrito, etc.

Los sabinenses, nos dice el Profr. Francisco J. Montemayor en su libro clásico:

“…Tercos en el trabajo, cuidadosos de su hacienda y con el ánimo siempre dispuesto en acrecentarla, fincaron la base para sus herederos siguieran esa senda de trabajo para hacer de Sabinas una de las principales poblaciones del Estado”2.

El año de 1883, se significó por la llegada a la alcaldía del Lic. José Ma. de los Santos y suplente Cecilio Garza, en medio de una fuerte oposición que se mantuvo potencial y manifiesta, ante las múltiples injusticias y arbitrariedades que cometía el nuevo mandatario caracterizado por su ánimo violento y agresivo. Los malos tratos a los ciudadanos se sucedían uno tras otro, sobre todo aquellos que se hacían recaer a quienes se les consideraba enemigos, de palabra y obra se ejercían represiones injustificadas haciendo que la vida del pueblo se tornaba tensa y angustiosa.

El alcalde De los Santos, se convirtió en un cacique en toda la extensión del término y por el más íntimo motivo encarcelaba a unos o mataba a otros y muchos más se vieron obligados a internarse en la sierra, para librarse de los castigos que se les imponían.

En el conjunto de documentos que existen en el Archivo General del Estado, hemos encontrado un cierto número de informaciones sobre los sucesos que se dieron en Sabinas, antes, durante y después del motín de octubre-noviembre de 18843. Veamos:

El 3 de julio de 1883, se informa desde el pueblo al Gobierno del Estado, que una banda de rebelados en número de 8 ó 10, amenazan a los pobladores y que recién atacaron un carruaje que provenía de Villaldama, creyendo que en él vendría el juez, sin embargo los hizo dispersarse.

El 27 de agosto, desde Villaldama, se notifica que fue muerto en la cárcel del lugar un sabinense llamado Martín Peña, quien se encontraba detenido por haber escandalizado en la calle principal; se aclara que el tal personaje no podría vivir en Sabinas, porque ya tenía múltiples problemas con la policía del lugar.
El preso, desesperado por su situación, logró hacerse de un garrote y piedras de la celda y habiendo atacado a los carceleros le dispararon y murió. Al mes siguiente, 30 de septiembre, unos alzados alteran la paz pública y luego huyen a Villaldama y Bustamante.

Al informar de este último suceso, se agrega en el comunicado oficial que se mantiene:

”…alarmada a esta sociedad que espera de un momento a otro un conflicto”.

Con fecha de 11 de noviembre del mismo año, relatan los suceso que se dieron con motivo de las elecciones locales, donde un grupo de unos 140 ó 150 pobladores de 15 ó 16 años de edad, sirvientes de las haciendas y otro grupo de casi 100 jóvenes sirvientes y ciudadanos acaudillados por el Dr. Jesús Ma. Sánchez, Faustino Garza, Jesús Santos Coy, Vicente Lozano Ancira, Narciso Garza y los hermanos Anastacio y Eleuterio Chapa y el segundo por Emeterio Garza e Isidro González, en actitud tumultaria, se presentaron a las casillas por lo cual, el alcalde envió seis policías, que fueron atacados con armas que se traían ocultas y se entabló un violento combate resultando 4 rurales heridos. El altercado duró unos 10 minutos, la violencia y el clima tenso e inestable que vivía el pueblo era producido, como hemos visto en estos sucesos, por la lucha política subterránea y abierta entre los dos bandos en pugna; el dirigido por el alcalde José Ma. de los Santos, que ocupó .la presidencia el año de 1883 y se reeligió para 1884, generando los enfrentamientos que hemos relatado, y el acaudillado por el Dr. Jesús Ma. Sánchez y un numeroso grupo de ciudadanos inconformes con la actuación del mandatario municipal.

El Lic. de los Santos, tomó posesión de la alcaldía y el día 1º de enero se realizó la primera sesión del ayuntamiento.

Pronto continuaron los problemas: el 16 del mismo mes, el presidente reelecto, pide la remoción del recaudador de rentas, acusándolo de incumplido y como era una persona estimada por el pueblo, la medida fue mal recibida.

Hemos de hacer notar que en este mismo período el alcalde solicitó y obtuvo en varias ocasiones permiso para dejar el cargo y atender otros asuntos, cosa que era muy frecuente entre los funcionarios de ese nivel, en los años siguientes ya que los salarios de que disfrutaban eran escasos y poco significativos.

El dos de enero pidió permiso; los repitió en marzo, abril, julio, agosto y septiembre.

El mes de febrero dotó a la plaza de armas de un “magnifico jardín” y se le rodeó de un enverjado de madera labrada “convenientemente coloreada”.

El 2 de marzo se informa que se establecieron dos escuelas primarias, una, en la Hacienda de San Francisco Javier y otra en el rancho de Sombreretillo; para dirigirlas se nombró a dos directores que

“… son personas que por su aptitud y honradez reúnen las cualidades que se desean para el desempeño de su cargo”.

No se dicen los nombres de los maestros a que se refiere el informe. Unos días atrás, se suscitó un escándalo en el tendajo de Prisciliano Garza, donde estaban tomando Marín Salazar, Pedro León, José Ma. de Jesús Aguilar e Hilario Valle; acudieron dos policías a llamarles la atención y que guardaran orden pero se resistieron, quizá excitados por el alcohol y se estableció un pleito donde se desenvainaron espadas y se hicieron disparos muriendo el citado Pedro y quedando herido un policía.

En el mes de junio se recibió en Monterrey, el expediente sobre una denuncia de una mina abandonada llamada “La Mediqueña” por parte de Juan I. Ugarte y socios.

El siguiente mes se designó Juez de lo Civil a Gregorio Flores, que formaba parte de una terna; también se nombró encargado del registro Público de la Propiedad a Jesús Ma. Guzmán. Trascurriendo unas semanas sin sucesos notables que destacar, hasta que el 30 de agosto hacen llegar a la capital el informe de que unos 15 ó 20 hombres armados atacaron con la intención de liberar a los presos, pero la policía los enfrentó y sólo lamentó que un policía resultara herido por un rozón de bala. Tal parece que los atacantes buscaban liberar a varios sabinenses, que semanas atrás habían intentado ajusticiar al Lic. de los Santos y habían fracasado en el intento.

Dirigían el ataque los hermanos Hermelindo y Bernardo Pérez.

Los atacantes gritaban vivas a Bustamante. (¡¡¡).

Aproximadamente un mes después, el primero de octubre de 1884, al amanecer, 150 sabinenses dispuestos a luchar por su libertad y dignidad, avanzaron hacia la presidencia municipal por dos direcciones distintas.

”… había sonado la hora de la venganza”? escribió el Profr. Panchito4.

El odio popular empezó a rodear la imagen de la administración municipal y llegó el momento en que tres ciudadanos a quienes encabezaba Hermelindo Pérez, fraguaron un atentado para ajusticiar al Lic. de los Santos, pero fracasaron, por lo que tuvo que huir al monte donde reunió a otros 15 ó 20 descontentos con quienes atacó la Presidencia Municipal en agosto de 1884, pero fueron rechazados gracias a que la policía estaba prevenida.

En 1884, se reeligieron los mismos funcionarios: De los Santos y Cecilio Garza, como alcaldes propietario y suplente respectivamente; aumentando en forma automática el malestar popular, llegando al punto del desbordamiento.

Por todos los medios, la ciudadanía se quejaba a las autoridades estatales del clima represivo en que los mantenía la autoridad municipal y las numerosas tropelías que cometía, pero, nada de ello prosperaba, ya que el Lic. de los Santos, contaba con el apoyo del gobernador en turno.

La policía del tiranuelo trató de encarcelar a varios sabinenses y al producirse la resistencia, fue muerto Andrés de León.

Por el mes de noviembre de 1883, el alcalde citó a una junta con el propósito de llegar a un arreglo entre los grupos enfrentados. Al entrar los opositores a la casa donde se desarrollaría el evento fueron desarmados, de tal modo que, cuando se produjo una riña, los balacearon sin piedad los servidores de la autoridad, resultando muerto Rafael Valle y heridos Isidro y Margarito González, hubo otros golpeados y aprisionados.

El 5 de mayo , con motivo de la celebración de la batalla de Puebla, de 1862, donde se cubrió de gloria el ejército mexicano encabezado por el Gral. Zaragoza, el alcalde organizó un convivió ciudadano en el Ojo de Agua, tendiente a buscar la paz entre los bandos contrarios; se invitó casa por casa a los sabinenses y se puso interés que asistieran las mayorías, pero ya los odios y la división eran tan acendrados que sólo concurrieron algunos trabajadores municipales y sus familias.

Las vejaciones que sufría el pueblo y las injusticias acumuladas de que los hacía víctimas el alcalde De los Santos, obligó que los dirigentes oposicionistas organizaran juntas clandestinas para tratar de enfrentar el problema, pues, se habían convencido de que no habría camino más que la violencia, dada la ceguera de las autoridades estatales que permanecían mudas a sus reclamos de justicia.

Las discusiones de los conspiradores los condujeron de la palabra de acción y decidieron mandar una comisión a Estados Unidos, para aprovisionarse de armas y ya para los últimos días de septiembre, en lugares previamente fijados, se dieron cita para caer sobre el pueblo y hacerse justicia por su propia mano, al considerar totalmente cerradas las vías de la legalidad o el arreglo.

Al amanecer el 1º de octubre de aquel año de 1884, ciento cincuenta sabinenses dispuestos a vencer o morir en pos de la justicia y la libertad que se les había negado, avanzaron desde el norte y cayeron sobre el pueblo “como avalancha de río impetuoso… había sonado la hora de la venganza”, encabezaba a los revolucionarios el Dr. Jesús M. Sánchez, Vicente Lozano Ancira, Pablo Salazar, Andrés Iparraguirre, Eleuterio Chapa, José Ma. Soto, José Ma. Flores, Jacobo Domínguez, Rodolfo Garza y su hermano Emeterio, Félix Morales, Margarito González, Máximo González, Jesús Morales y Jesús de los Santos Coy.

Los atacantes tomaron la Presidencia Municipal y dieron libertad a varios ciudadanos víctimas del odio del alcalde (Guadalupe Morales, Jacobo Domínguez, Celso Flores, Rodolfo Garza y Urbano Chapa); se entabló un tiroteo que duró hasta las 5 ó 6 de la mañana contra la policía del pueblo.

Los atacantes obtuvieron éxito en su ataque y derrotando a las fuerzas oficiales, persiguieron al alcalde que brincando bardas y paredes había huído a su casa frente a la iglesia y habiéndole encontrado debajo de una cama, lo ajusticiaron, permaneciendo sordos a sus gritos de clemencia y compasión.

Frente a la plaza quedo muerto el policía José Ana Avila y en la “Calle de Piedra” su compañero Eulogio Vela, que hacía unas horas antes se había casado; un hermano del alcalde llamado Victorio, también murió en la refriega y la señora Juliana de Esquivel, que accidentalmente fue tocada por las balas, el padre del alcalde huyó y como sobre él también recaían los odios del pueblo, se le localizó rumbo a la Hacienda Larraldeña y murió sin misericordia, por parte de los atacantes sólo murió en el combate Narciso Martínez.

Al día siguiente de los sucesos anteriores el Gobierno del Estado organizó un destacamento militar al mando del Coronel Rangel y lo envió al pueblo, para que restableciera la paz y se procediera a las averiguaciones correspondientes, sin embargo la tensión se mantenía a su llegada y aunque no se apreciaba una actitud de resistencia o enfrentamiento, sí se observaba que en cualquier momento se desencadenarían otros sucesos violentos. Por ello el Coronel pidió más elementos militares y pronto tuvo bajo su mando unos 400 hombres dispuestos a todo.

Los amotinados no hicieron caso cuando se les pidió que depusieran las armas, por lo que al ver que los refuerzos recibidos por el Coronel Rangel se multiplicaban, abandonaron el pueblo y se concentraron en la “Mesa del Tule” habiendo sostenido algunos encuentros con el enemigo, por suerte, sin mayores consecuencias.

En aquel ambiente abierto a la tragedia, se iniciaron las averiguaciones por los delitos que se habían cometido que iban desde asesinatos y robo hasta la destrucción del Archivo, para tal procedimiento se envió al Lic. José Ma. Ávila, recién titulado; inexperto y con casi nula experiencia que lo capacitara para enfrentar a un pueblo presto a la violencia.

Aparentemente se hizo la paz y la tranquilidad social en los días siguientes a la tragedia, por lo que el Coronel Rangel, regreso parte de sus fuerzas a la capital, considerando que todo marcharía bien; seguramente por tal reducción, los amotinados decidieron volver a la vía de la violencia, considerando que a ellos no se les podía o debía acusar de los delitos que se habían dado, pues más responsable había sido el alcalde De los Santos y su gente por su irracional totalitarismo; de tal modo, se reorganizaron y la madrugada del 8 de noviembre cayeron sobre la plaza principal muriendo el Lic. Ávila y otras 4 personas, mientras que el Coronel Rangel, resultó gravemente herido lo mismo que varios de sus hombres. Enseguida, los atacantes se posesionaron de los caballos, armas y pertrechos de la fuerza oficial.

El pueblo quedo en manos de los rebeldes, 14 más perecieron en los lamentables sucesos.

El día 9 de octubre, el periódico “La Defensa del Pueblo” que se publica en Monterrey, dedicó frases dolorosas sobre los trágicos acontecimientos.

Haciendo referencia a que se habían enganchado 150 hombres para ir a Sabinas, comenta el citado periódico.

“¿Qué pueden hacer 100 ó 200 hombres, soldados del momento y que pelean más bien por la propina que por convicción, contra un pueblo aguerrido que cree defender sus derechos ultrajados y sus derechos locales?”.

El día 13 de noviembre luego del ataque del día 8, comentaba el mismo periódico:

“¡Horrorosa hecatombe de las pasiones políticas”.

“Se nos dice que el gobierno está tomando medidas enérgicas para castigar a los sublevados”.

“¡Dios salve a Nuevo león y conceda a nuestro gobierno el mejor acierto en todas sus determinaciones!”.

“¡Dios quiera y el mal ejemplo presentado por los vecinos de Sabinas Hidalgo no encuentre imitadores en los demás pueblos”5.

El Gobernador decidió o enviar más fuerzas contra los revolucionarios para evitar más derramamientos de sangre y tomó la resolución acertada de enviar al Gral. Gerónimo Treviño, de notable prestigio patriótico y éste al llegar al pueblo llamó a deponer las armas y las actitudes belicosas ofreciendo garantías a quienes lo obedecieran, además los propuso que los jefes del movimiento lo acompañaran a Monterrey, para aclarar las cosas, su propuesta fue aceptada y volvió a la capital llevando consigo a Guadalupe Morales Cantú, el Dr. Jesús Ma. Sánchez, Vicente Lozano Ancira y Jesús Morales. Permanecieron algún tiempo en aquella ciudad y regresaron a su tierra gozando de libertad, ya que seguramente las autoridades, considerando que no se podía culpar a nadie de lo sucedido, pues, en todo caso, la responsabilidad era de todo un pueblo, que había sido obligado a tomar la ley en sus manos, cuando todas las instancias oficiales se mostraron sordas y ciegas.
Algunos sabinenses tuvieron que salir del pueblo, al ser motivo de los odios populares por haber servido al Lic. de los Santos.

El domingo 23 de noviembre de 1884, el periódico citado comentaba el feliz final de la tragedia alabando el papel que había jugado el Gral. Treviño para lograr la tranquilidad del pueblo.

“Los males que ha sufrido la Villa de Sabinas -apuntaba- son incalculables; por esto es una saludable lección que deben aprovechar todos los pueblos para arreglar sus dificultades por medios suaves y prudentes antes que dejarse llevar por el impetuoso torrente de las pasiones políticas”.

En la memoria que el Gobernador Canuto García, presentó a la XXIII Legislatura, sobre la situación que guardaba la administración pública6, se refirió al Motín de 1884, en los siguientes términos:

“A fines del año pasado, en las Villas de Sabinas Hidalgo y China, ocurrieron desgraciadamente sucesos que perturbaron aunque de un modo transitorio, la paz pública de aquellas municipalidades. Muy de lamentarse son, la resistencia a la autoridad local y a sus agentes, los asesinatos y robos y muertes que a pretexto de rebelión contra el Gobierno Federal se prepararon en la otra”.

“A la oportuna y eficaz cooperación de los buenos hijos del Estado, al laudable empeño de las autoridades municipales y al participio que en uno de esos casos tuvo la fuerza federal, se debe el pronto restablecimiento del orden público y la sujeción a juicio a varios de los culpables de esos delitos”.

Al referirse al ramo de Hacienda, informa de la lentitud en la recaudación de los impuestos y del uso que se hace en comprar libros útiles para la Biblioteca Pública, en mejoras al Colegio Civil y otros edificios:

… “Y sin tener que recurrir a impuestos extraordinarios pues del decreto para Sabinas Hidalgo, no se recaudó sino una insignificante cantidad, se ha atendido oportunamente a los gastos imprevistos que en cantidad considerable se erogaron con motivo del trastorno del orden público en Sabinas Hidalgo y China”.

Renglones después continúa haciendo mención de esto:

“Para el restablecimiento del orden en Sabinas Hidalgo y China, varias municipalidades, las más cercanas al teatro de los sucesos, pusieron fuerza armada a disposición del Gobierno y algunas de ellas han reclamado después el pago de armas, caballos o monturas, que no devolvieron a su poder, por haber sido robadas o porque se perdieron con motivo de los hechos de armas que entonces tuvieron lugar”.

El Presidente del Congreso, en su contestación al gobernador, dio apoyo total a su política en relación al mismo problema:

“Bajo su influencia benéfica las autoridades constituidas han podido atender a las necesidades públicas, y para conservarlo a fines del año próximo pasado en algunos lugares en que, como Sabinas Hidalgo y China, desgraciadamente se trató de interrumpir, era indispensable la enérgica y eficaz acción que desde luego desplegó ese gobierno… Sensible es que como consecuencia del escándalo y desorden que presenciaron aquellos pueblos, se cometieron algunos graves delitos, pero sometido su conocimiento y consignados varios de los culpables a la autoridad respectiva, ella proveerá, en cuanto quepa a la reparación de los males que esos desordenados causaron”.

El Gobernador García, hace un relato con lujo de pormenores, sobre los dramáticos sucesos de aquellos dos meses -octubre y noviembre de 1884- cuando un fuerte grupo armado de sabinenses -150 ó 200- atacó por medio de la violencia, la Presidencia Municipal en dos ocasiones con las siguientes consecuencias de pérdidas humanas, destrucción de archivos oficiales, desquiciamiento de la vida civil y dificultades a los pobladores, víctimas de arbitrariedades por parte de un alcalde con rumbo extraviado y un gobernador insensible a la problemática ciudadana.

Los sucesos sabinenses de aquellos días violentos alteraron la vida del Estado, ya que todos los restantes alcaldes tomaron medidas para auxiliar al gobernador y sofocar los escándalos que dejaban mal parado al prestigio de Nuevo León.
Por todo lo anterior, el gobernador, en la Sección “Guerra” de su informe, plantea:

“El grave inconveniente de que no haya en N. L. Una fuerza establecida, que … sirva para conservar la paz y tranquilidad…”.

“Sin ese elemento será siempre difícil gobernar…”.

Sobre los sucesos dice:

“… No debo guardar silencio acerca de ellos, tanto porque es mi obligación mencionarlos, cuanto porque eso serviría para que se persuada la Cámara de lo indispensable que es una fuerza pública…”.

El relato lo resume en el primer párrafo:

“El 1º de octubre del año próximo anterior tuvo lugar en la Villa de Sabinas Hidalgo, un hecho escandaloso que arrojó una fea mancha sobre el nombre del Estado. Una reunión más o menos grande de vecinos de aquel pueblo, premeditó despojar por la fuerza al Lic. José Ma. de los Santos, del cargo de Alcalde 1º que desempeñaba y recurrió a las armas para realizarlo”.

Al amanecer se efectuó el ataque que duró ocho horas y a pesar de la resistencia que ofreció, la fuerza policíaca fue vencida y los amotinados se apoderaron del juzgado, destruyendo el archivo y dando muerte al Lic. Santos a quien persiguieron a su propia casa, en el seno de su familia; también dieron muerte al comandante de policía José Ana Avila y al padre del alcalde.

El gobernador estatal tuvo noticias de los sucesos por un testigo que informó en Lampazos y desde este lugar se notificó telegráficamente lo sucedido.

El Gobierno solicitó voluntarios para ir a sofocar la situación y pudo armar, con dificultades, 40 hombres que esa misma noche salieron a Sabinas, al mando del Coronel Jesús Rangel. El mismo gobernador procuró armas y pertrechos a la fuerza de voluntarios ya que no se contaba con armas suficientes ni otro tipo de elementos materiales.

A las 11 de la noche salieron en un tren especial a Villaldama y de ahí a Sabinas, donde fueron recibidos con muestras de obediencia y buen trato, sin embargo, los amotinados conservaron sus armas sin hacer caso a los llamados que el Cor. Rangel le hizo para que depusieran su actitud.

El gobernador formó una fuerza de voluntarios en los pueblos vecinos y los dispuso en actitud de alerta por si fueran requeridos sus servicios.

El grupo que formaban los amotinados era de 200 hombres, más o menos.
El gobernador envió a un comisionado a que investigará a fondo la situación del pueblo y las armas y como no tuvieron eco sus exhortaciones, envió la fuerza constituida en los pueblos vecinos y para el 8 ó 9 de octubre ya había en el lugar 500 hombres armados y listos para controlar o entrar en acción.

Los amotinados lograron, con maniobras, ganarles tiempo al Cor. Rangel y abandonaron el pueblo y ocultaron en el monte y pueblos aledaños por lo que no se pudo aprehender a nadie.

Como lo sucesos habían revestido una gravedad extrema, el gobierno envió a realizar la investigación judicial al Lic. José Ma. Garza Dávila “un abogado inteligente y honrado” “quien adoptó patrióticamente ese encargo, sin tomar en cuenta ni las molestias ni los peligros a que iba expuesto”.

Se inició la investigación y pronto fue elaborando  un análisis de la situación y los crímenes que se dieron con el interés de llegar a que tales desmanes no quedaran impunes.

Los días pasaron en tensa calma y tranquilidad por lo que el Coronel Rangel, resolvió disminuir la fuerza que vigilaba al pueblo y envió de regreso al grueso de ella quedándose solamente con 50 hombres con el carácter de policía, para que los sabinenses se hicieran cargo del sostenimiento.

En calma relativa transcurrieron los días con expediciones del Coronel Rangel, a distintos lugares en busca de los amotinados: “Sin éxito, porque no encontraba, a quien perseguir, ni siquiera recibía notificación alguna que le revelara la existencia de enemigo”.

De pronto, el 8 de noviembre, a la una o dos de la mañana, los amotinados atacaron al Coronel en su alojamiento y los dos cuarteles de la fuerza voluntaria: a los primeros tiros hirieron al mismo Cor. Rangel, hicieron huir la caballada, y para las 7 a las 8 de la mañana vencieron por completo y toda resistencia fue imposible.

Al Lic. Garza Dávila, le dieron muerte en el ataque al Cor. Rangel, cuando los amotinados invadieron el lugar, además, murieron cinco hombres y varios resultaron heridos.

“Debe el Estado -dice el Gobernador en su Memoria- un recuerdo de gratitud para esos buenos hijos, que sacrificaron su vida, defendiendo los fueros de la justicia y el buen nombre de la dignidad de Nuevo León”.

Ante la gravedad de la situación y la carencia de recursos, el gobernador hizo un nuevo llamado a los pueblos para integrar otra fuerza expedicionaria que acudiera a Sabinas, para ver de establecer la paz y el orden y para el día 14 del mismo mes se reunieron más de 600 hombres, 200 de Salinas Victoria, 300 de Cerralvo y 150 de Monterrey, bajo los mandos del Teniente Coronel Manuel J. Martínez, el Lic. Francisco Cirlos y el Comandante Benigno Lozano, todos en la disposición de marchar al lugar de los hechos, siendo el jefe el Lic. Cirlos. El General Gerónimo Treviño, que pasaba para su hacienda, se enteró de los sucesos y considerando que las cosas podían llegar a situaciones más violentas se ofreció ir a Sabinas para buscar el conocimiento de los rebeldes y al aceptarse su intervención en compañía del Gral. F. Olivares, del D. J. De Dios Treviño y otros 4 ó 5 amigos suyos, se dirigió al pueblo, obteniendo una acogida de respeto y acatamiento a sus grandes méritos en defensa de la Patria. Mandó citar a los rebeldes, los reunió para exhortarlos a deponer las armas y se sometieran a las leyes y la justicia y “dóciles cedieron a su influencia magnánima, obsequiando todas sus indicaciones.

”Así quedó concluido ese trastorno de Sabinas. El orden y la tranquilidad pública fueron restablecidos pacíficamente…” -concluye el gobernador en su memoria presentada el 16 de septiembre de 1885- como consecuencia de la buena intervención del Gral. Treviño, se presentaron para ser juzgados las 4 cabecillas del motín, el Dr. Jesús Ma. Sánchez, Vicente Lozano Ancira, Jesús Morales y Justo Castillo.

NOTA: De la historia épica de los acontecimientos de 1884 en muestra tierra, cual fuente ovejuna nuevoleonesa, aún falta mucho por decir.

1. Informe del Presidente Porfirio Díaz al Congreso, México. 1885.

2. Montemayor, Francisco J. Sabinas Hidalgo en la Tradición, Leyenda, Historia, sabinas, 1948. p. 145.

3. AGENL. Correspondencia de Alcaldes Primero; Secretaría General de Gobierno; Minutas, etc., la información es intensa y variada.

4. Montemayor, Op. Cit. p. 146.

5. La Defensa del pueblo. 9 de octubre de 1884. p. 1.

6. García, Canuto, Memoria que el Gobernador… presenta a la XXIII Legislatura Monterrey. 1885.