Nunca les dije nada más que un saludo, pero siempre les vi con admiración y respeto. Me parecía personajes de novela donde el trama era el quehacer y los afanes para bien justificar el derecho a la vida.
Tenía ocho años y aquella cuadrita de la calle Lerdo era mi gusto verla y recorrerla… estrecha y de banquetas delgadas, con viejas casonas, jacalones y jacalillos… moradas de ricos, de no tan ricos y de pobres a la vez… personajes todos inolvidables como don Francisco, don Agustín, don Lorenzo, don Horacio, la tía Rosita, el tío Roberto, don Jesús, doña Olvido, los señores Morales, la tía Dolores, don Manuel Cruz, el Dr. Román, José Garza, entre otros… y ahí de cuadra a cuadra por un lado el portón y por el otro la casa, el lugar de una familia brillantemente trabajadora como era la de don Manuel García y doña Amparo Ramos.
Todo el día era de faenas de idas y de vueltas a la labor por la leche, la pastura y los animales… faenas de campo donde el patio y la casa aquella me parecían una granja de almanaque.
Pasaba y saludaba… iba por los huevos de gallo-gallina. Un día en el trayecto sin darme cuenta perdí el “tostón” doña Amparo me dio los huevos, me busqué y me puse nervioso, casi para llorar, ¡había perdido el tostón!, doña Amparo me vio, se compadeció y me dijo: ándale, llévaselos a tu mamá y después veremos. salí a la carrera por la banqueta y al toparme por los escalones de la casa de don Jesús ahí estaba el tostón lo tomé y me regresé a pagar… doña Amparo me dijo: “Esos son los hombres”.
Siempre recordé aquella casa-granja de trabajo… siempre guardé en mi memoria las figuras tan cariñosas de don Manuel y doña Amparo.
Hoy que ambos han partido les digo GRACIAS por la fantasía que para mí fue aquella casa y por todo el ejemplo de trabajo que fueron para el pueblo de Sabinas Hidalgo.
20 de diciembre 1997