No sé qué tanto, pero siempre se escuchaba, al pasar por las calles, de casa en casa, en los patios, en los talleres y en las obras en construcción.
Hay que laureles tan verdes que
flores tan encendidas.
A media mañana, a media tarde… Eran cantos que se confundían con los cantos de los pájaros y de las palomas por sólo gusto de cantar, de nostalgia y de tristeza, según la ocasión, según el momento por quien fuera el trovador espontáneo.
Mira como ando mujer por tu querer…
Lo hacía muy bien, muy bien… a capela, a ronco pecho… cada quien solo o a dúo a veces con el radio, se hacía también tarareando la canción o repitiéndola en silencio, más el gusto se reflejaba en la cara.
Aquel amor que marchitó mi vida…
Se cantaba para acompañarse, para no estar solo estando solo… compartiendo el gusto de hacerlo y sin distraer a nadie… sabiendo que ahí se estaba sin que nadie preguntara la razón de hacerlo. Se cantaba y se silbaba, y a veces hasta un buen grito se escuchaba, un piropo a quien pasaba o un suspiro por quien amaba y no se era correspondido.
El tiempo se desdoblaba en sentimiento… una y otra vez la misma canción, en la jornada de seis días a la semana y el domingo para descansar. Escenas agradables de aquella vida aldeana cantando tras el mostrador, en la máquina de coser Singer, haciendo las tareas del hogar, en el banco de carpintería y en los techos de una casa en construcción… conciertos aislados donde el publico era de oídas, de cerca o de lejos.
Por mis canciones sabían como me la
ando pasando…
Se oía decir: ya empezó a cantar el ángel… ya está cantando la muchacha… o al revés, si no cantaba se interrogaba: ¿por qué no estará cantando ahora? Algo le habrá pasado. Los cantos eran por todos los rumbos del pueblo… el silbar de las canciones por momentos largos o pequeños… canciones por todos conocidas… cantos que se perdieron de cantores que se acabaron.
Arrieros somos y en el camino
andamos…
Igual pasó con el canto de los gallos, que ahora son escasos escucharlos al amanecer… igual pasó con los cantares en las faenas cotidianas. ¿Qué pasó?, ¿por qué se perdieron esa sinfonías naturales?, ¿por qué perdimos el despertar de los gallos?, ¿por qué perdimos el compartir alegrías y tristezas con el vecino trovador que además de trabajar sabía compartir su sentimiento entonando una canción pata todos?
Ya con esta canción me despido,
dispensen lo mal trovado…
25 de abril 1998