Aquel viaje fue en la España inmensa en la Europa dividida en bloques, en la Europa donde guerra fría tenía uno de sus principales centros para convertirse en guerra caliente. Era la España de 1968, después del movimiento estudiantil en México fuimos a informar a distintas organizaciones juveniles y estudiantiles sobre lo que aquí había acontecido. Fue un viaje en la angustia y en el poder, en la rebeldía de entonces: Moscú, Praga, Budapest, Varsovia, Berlín, Amsterdan, Bruselas y París fueron los escenarios de nuestras pláticas e intercambio.
Estando en París y platicando con las organizaciones españolas en el exilio, salió la propuesta de ir a Madrid en un viaje que algo tenía de clandestino y de riesgoso, aunque así fuimos. Llegamos a Madrid en una noche de diciembre… al Madrid de noche que siempre nos pareció de noche por el ambiente que sentíamos sobre nosotros. Paseamos entonces por las grandes avenidas y nuestro contacto fueron, clandestinamente, militantes y perseguidos en la España franquista. Quizás en ese momento para nosotros era más la fatiga de la represión mental que sentíamos que lo que realmente nos podía acontecer.
Fue un viaje donde en realidad sólo refrendamos los cantos revolucionarios que ya sabíamos, algo así como el europeo de entonces que al venir a México quería ver charros por todas partes, o el activista político del Europa de ahora que al venir a México lo único que desea es ir a Chiapas a tomarse una fotografía con el Subcomandante Marcos.
Ese fue el segundo viaje desde la utopía que creía haber conquistado a la España dividida cual la Europa de entonces.
El aprendizaje de ese viaje fue posterior, casi para la década de los ochenta y noventas. Las convulsiones históricas del mundo en esos años han sido una cátedra para saber del mundo del siglo XIX: desde la caída de las dictaduras al renacer de las democracias occidentales, desde el aislamiento a la globalización, desde los bloques al mundo unipolar que en contra del mundo se quiere abrir paso.
Una generación completa desparramada en varias décadas, al menos las ultimas dos del siglo por terminar y la primera del siglo por venir no saben de utopías: la esperanza aún no la concretizan, caminan sin dejar sombra, pues aún saben hacia donde queda el horizonte.
Mucho tiempo después, cuando la geografía mundial ha cambiado, cuando la historia ha dado vuelcos hacia atrás y hacia adelante, cuando las ideas y las teorías sociales no logran conducir del todo a la sociedades del mundo hacia la armonía y la felicidad… mucho tiempo después, cuando somos recuerdos de nosotros mismos y los recuerdos nos proyectan a la vez, llegamos por fin a Madrid un sábado al medio día: Celso José, Marisa y la nietecita Teresita en la recepción, bienvenida de amor, lágrimas de Teresa de Jesús.
Aeropuerto Barajas. Por fin sé que Barajas es el nombre del municipio donde está el aeropuerto. Barajas es un municipio de la región de Madrid. No hay maleteros, con unas pesetas se renta un carrito manual para cargar el equipaje. Cielo limpio, carreteras sin baches ni boyas, avenidas amplias, poco tránsito por ser fin de semana.
Llegamos al domicilio, Altamirano 24-1, barrio de Argüelles cerca de la avenida Princesa y a dos cuadras de la estación del Metro Argüelles. Primero descansamos y dormimos un poco porque el cambio de horario nos afecta. De inmediato la primera impresión como madrileños a un departamento-piso con todos los servicios en una forma muy buena. Por la tarde-noche a caminar por Madrid, caminata de ida y vuelta de cerca de 15 kilómetros.
¿Cómo abordar España de ahora y de siempre? ¿Cómo recrearse más allá de las guías turísticas (con todo y que las guías turísticas son muy buenas)? ¿Cómo ver y entender a Madrid? ¿Cómo aprender y para qué aprender todo lo que observas a tu alrededor de España? ¿Qué tan cerca y tan lejos están las ramas de la raíz que buscamos a la España Ibérica, arábiga y sefardita? Las respuestas fueron posibles por la suma de los dos viajes anteriores a una realidad libremente conformada en un intensivo curso de 14 días por Madrid y sus alrededores, es una preparación de 40 años de lecturas, sueños, pesadillas e ideales por poder descubrir la España lejana pero que siempre la sabías tan propia como desconocida, tan íntima y arrogante como imposible y permanente.
El idioma es una bendición, el español, el castellano, de todas formas se entiende con el español mexicano, aún cuando el uso de muchos términos nos resulta imposible de aceptarlos en forma práctica: “puta” aquí es un término prohibido, allá es como decir salsa de tomate. Tal cosa que lo entendí en el momento en que el taxista iba molesto porque el vehículo de adelante no le permitía rebasar libremente, cuando lo hizo y se cuenta de que el conductor es una persona ya grande que va solo y que no tiene excusa para ir distraído, exclama: “¡joder, es un viejo, si al menos fueron jóvenes cachondeando!”
Celso José me explica enseguida: “para nosotros cachondear significa otra cosa, aquí sólo significa ir platicando”.
En el primer recorrido por la Avenida Princesa, la Gran Vía, hasta la Puerta de Alcalá, reforcé el método de mi estancia: observar, ver el conjunto y los detalles a la vez y leer mucho, pues la Europa de ahora es como siempre una enciclopedia de aprendizaje. Preguntarse y responderse uno mismo.
Madrid es una capital armoniosa, limpia, como una identidad que oscila entre lo antiguo no tan antiguo y lo moderno no tan moderno; una ciudad que pareciere que supo rescatarse a si misma con sus alientos de formación durante los siglos XVII y XVIII, y que realizó toda su armonía entre la segunda mitad del siglo XIX. Madrid no nuestra destrucción ni olvido, no muestra improvisación entre todo lo que ha sabido conservar y su dinamismo hacia el siglo XXI.
15 de mayo 1999