Se nos obsequió partes del famoso borrego al pastor y emprendimos nuestro regreso con la tranquilidad y seguridad de que Javier, que es abstemio, conduciría con pericia al volante (Castillo, que siempre transitó por las calles de Monterrey, aún cree que todo es “despacio escuela” por eso maneja a baja velocidad).
Nos despedimos de Lupito de José Elizondo y Rogelio, que había regresado de San Isidro lamentando no poder traer el ganso porque no fue posible atraparlo, ya que éstos durante el día andan sueltos y no se recogen hasta por la noche cuando reciben el alimento, tengo la esperanza que en la próxima visita pueda recibir de regalo uno. La invitación para regresar quedó abierta y Armando ofreció volver ya que tuvo la oportunidad de conocer una familia que lleva su apellido. Ortegón, que tiene parentesco de sus bisabuelos, ofreciendo además traer unas fotografías para que vean la semejanza con él. Este capítulo de la familia Ortegón será comentado en el próximo viaje, ya que quedó comprometido para una reunión con sus familiares.
En el camino de regreso, a la altura del lugar que se conoce como “La Providencia”, escuchamos el celular de Ortegón, que pronto cedió a contestar. Fácilmente nos dimos cuenta de quién era la llamada recibida, pues la primera palabra que pronunció fue: “si amorcito” y describió a quienes lo acompañábamos insistiendo: “si mi vida, aquí va el profesor Mario creo que llegaremos en menos de dos horas a Monterrey”. Como es de esperarse al concluir la llamada, las bromas de Javier no esperaron mucho tiempo para iniciar un monólogo que él mismo interpretaba “ya voy, ya voy mamita, mira, si vieras que bonito esta el campo, me regalaron una riñonada amorcito, creo que te va a gustar mucho, si quieres, cuando esté más cerca te llamo para que pongas a helar unos refrescos”.
Esté monólogo dio lugar a que el tiempo empleado en el regreso fuera más amable, mostrando que nuestro grupo goza de amistad y compañerismo.
Estamos en San Nicolás, son las siete de la tarde, cada uno de nosotros tomó su equipaje y el obsequio que habíamos recibido despidiéndonos con el saludo fraternal y deseando en fecha próxima realizar otro viaje, porque tenemos la invitación para asistir a Cerralvo de parte de los amigos de Castillo.