Aquéllos, los que estaban en hilera, uno tras otro… por las cuatro calles de los colegios… por Porfirio Díaz, por Mina, Escobedo, Doctor Coss… dos calles largas y dos cortas… las calles de los colegios, de las escuelas monumentales “Manuel M. García” y “Teresa R. De García”… los cubrevientos rodeaban las escuelas como formando un valladar de sombras para retener los vientos y los polvos.
Aquéllos, los que estaban en hilera, uno tras otro… por las cuatro calles de los colegios… por Porfirio Díaz, por Mina, Escobedo, Doctor Coss… dos calles largas y dos cortas… las calles de los colegios, de las escuelas monumentales “Manuel M. García” y “Teresa R. De García”… los cubrevientos rodeaban las escuelas como formando un valladar de sombras para retener los vientos y los polvos.
Estaban los cubrevientos erguidos sobre un terraplén, en una banquetilla de piedras lajas, un poco más arriba que el nivel de los calles… así, toda la explanada se veía más delineada y los colegios grandes hermosos.
Los cubrevientos eran árboles que en el afán de servir, de cubrir de los vientos, crecían y se multiplicaban fácilmente; sus ramas se ensanchaban y tomaban curvas, las cuales nos servían muchas veces para recostarnos, para juguetear y saltar de un árbol otro… entre sus sombras, jugando con sus varas… aquello era un paseo a la hora que fuese, en las mañanas para sonreír al sol, en las tardes para susurrar nostalgia de un pueblo aún silencioso y por las noches para guardar los sueños de todos los transeúntes en el ir y venir de la plaza.
Los cubrevientos aquellos se fueron haciendo viejos y menos, al paso de los años… uno por aquí… otro por allá… larguchos y todos chuecos, se les fue viendo solitarios… hasta que un día, al construirse la barda que rodea los colegios, allá por 1958, los cubrevientos desaparecieron… no hubo más sombras frescas en susurros de tardes, ni entresueños a la luz de la luna… se acabaron los cubrevientos, la banquetilla de piedra azul y los cuatro pórticos diagonales que daban acceso a la explanada de los colegios.
En los patios de muchas casas había también cubrevientos… pero ahora ya no están… como que los cubrevientos se fueron de todo el pueblo… no sé por qué, pero se fueron casi de todas partes.
Me acuerdo de los cubrevientos, no tanto porque fueron árboles resistentes, sino porque bajo sus sombras, los niños de aquellos tiempos jugamos mucho y muchas veces… y sobre todo, me acuerdo de los cubrevientos en diciembre, porque en aquellas navidades humildes como la de Belén, en las casas se hacían con adornos de papeles de colores, risas y fantasía, de una rama de cubrevientos un árbol de navidad.
5 de diciembre de 1988.