El ingeniero Jacobo Domínguez Lecea fue el director de aquella nueva institución educativa que echó a funcionar en septiembre de 1937. Un grupo de instructores impartía conocimientos, prácticos y teóricos, sobre diversas actividades agropecuarias. Los alumno que procedían de diversos municipios del estado, vivían en internado. La escuela estaba bajo coordinación de la Dirección de Segunda Enseñanza y las instalaciones comprendían el área administrativa, la casa del director y un amplio dormitorio y comedor, donde convivían los alumnos. Existían además las bodegas, el taller, los gallineros y los corrales. Todo es pequeño, pero todo funcional. Un cocinero y tres ayudantes realizaban las faenas de alimentación y un pequeño grupo de trabajadores asistía en las diversas actividades prácticas.
Se cultivaban hortalizas y diversos árboles frutales, así como también la siembra del maíz, del trigo y del algodón. Había cría de gallinas, de conejos y manejo del establo. El agua para los cultivos era de pozo y otra se traía rodada de la acequia que derivaba de los compartidores de la Hacienda Lozaneña.
Todo hacía suponer que la Escuela–Granja se afianzaba por un buen tiempo. Don Manuel M. García, su principal gestor, en ese mismo año de 1937 había cedido además los terrenos adjuntos para que se estableciera el vivero del gobierno federal, uno de cuyos principales objetivos era sembrar árboles a la orilla de la carretera nacional. El vivero funcionó durante algunos años y la muestra de aquella labor ecológica está en los árboles que aún perduran junto a la carretera, antes de llegar al puente del río Sabinas. Con los árboles de ese mismo vivero se sombrearon los patios de los colegios y del parque infantil que ahí se instaló.
Don Manuel M. García, en ese año de 1937. vivía además una situación muy angustiada, pues una de sus principales empresas agrícolas, la hacienda de La Peinada, la cual tenía buenas presas y mejores cultivos, estaba sujeta a un decreto de expropiación agraria, próximo a ser aplicado. Aquel hecho mortificaba enormemente a Don Manuel y no fueron válidas ni sus exposiciones de obras de beneficio a la comunidad, ni su oferta de ceder otros terrenos a cambio de los afectados. Don Manuel se resignó a perder todo aquello y se regresó a Honduras, a calmar su cansado cuerpo y atormentada alma; muriendo poco después, en agosto de 1941.
La suerte de la Escuela–Granja se encontró afectada, no solamente por la ausencia de su principal gestor, sino porque, además, al término del gobierno del general Anacleto Guerrero, en septiembre de 1939, el país en general empezó a alterar su situación con motivo del inicio de la Segunda Guerra Mundial. El nuevo gobernador del Estado, Gral. Bonifacio Salinas Leal, decretó al poco tiempo la imposibilidad de seguir sufragando los gastos de la Escuela–Granja… razón por la cual fue clausurada… así entonces, aquello quedó desolado. El director se marchó, lo mismo que los demás maestros y trabajadores. Ya no hubo recepción de alumnos y la desolación y el vacío se apoderaron de aquellas instalaciones… sólo fue quedando el recuerdo, especie de lamento, de que ahí al salir del puente, por la carretera rumbo al norte, estuvo la Escuela–Granja… uno de tantos nobles empeños de Don Manuel M. García.
6 de noviembre de 1989.