Era el año de 1933 y aquel viejo maestro de música buscaba trabajo desesperadamente… se encontraba solo, no tenía familiares en el pueblo y vivía en un cuarto del hotel en contraesquina de la plaza…
Era el año de 1933 y aquel viejo maestro de música buscaba trabajo desesperadamente… se encontraba solo, no tenía familiares en el pueblo y vivía en un cuarto del hotel en contraesquina de la plaza… hombre de color moreno, bajito: el vicio de la tomada, como decían en el pueblo, le estaba acabado… se llamaba Francisco Leyva Guzmán… fue a solicitar ayuda al único que podía dársela en ese momento, a Don Manuel M. García, hombre de fortuna, culto y filántropo. Le solicitó cooperación para formar una orquesta y poder vivir en ese desempeño.
Don Manuel reflexionó y le dijo: “Prepare jóvenes para formar un banda, después yo regalo todos los instrumentos”.
El maestro convocó a los jóvenes interesados, los cuales le pagaban dos pesos mensuales por las clases de solfeo y de notas, Seis meses duró la preparación rigurosa e intensiva; en la Escuela de Niñas. Pasado el tiempo, Don Manuel cumplió la promesa aun cuando se encontraba en esas fechas en Honduras, su hermano Don Jesús García se encargó de entregar todos los instrumentos de la banda de música municipal: cornetines, trombones, saxofones, clarinetes, tubas, barítonos, farafas, flautas, flautines, tambores, platillos y los atriles… todos nuevos y relucientes.
De ahí siguieron seis meses de enseñanza práctica para afinar y acoplarse… hasta que un domingo, en el quiosco de la plaza fue la primera audición: la Marcha de Zacatecas inauguró el programa de conciertos y luego una pieza compuesta especialmente por el maestro Leyva para esa ocasión: “La Pegajosa”. Así, cada domingo en la plaza del pueblo, la banda de música amenizaba el ambiente… Don Manuel paseaba serenamente por los andadores, con sus sombreros de ala ancha y un clavel blanco en la solapa del saco.
Todo ello en medio de las contradicciones políticas de la época, de los recelos infundados que en algunos sectores del pueblo ocasionaban las reformas sociales. Una noche, la banda de música llevó serenata a Don Manuel, él salió de su casa y les dijo a los muchachos: “No, a mi no me den serenata, llévensela a Máximo Guadiana, del Barrio de Sonora”… los muchachos se dirigieron al lugar y empezaron la serenata, salió Don Máximo con tremenda escopeta y los echó a todos en corrida.
El pueblo estaba orgulloso de su banda de música. Tiempo hubo de ir a Villaldama, Lampazos y otros lugares; mas los nubarrones se aparecían al agudizarse los conflictos políticos locales… la banda iba y venía de un lugar a otro… algunos muchachos protestaban, se inició el desánimo y la desorganización… el viejo maestro se desespera, se le estaba yendo de las manos el gran esfuerzo y quizás la única ilusión cumplida.
Se fue perdiendo la Banda de Música Municipal… las autoridades no pusieron el empeño y Don Manuel tenía muchos problemas… el maestro Leyva volvió a la tomada, a perderse días y semanas enteras… en el quiosco dejó de oírse la música y “La Pegajosa” sólo se tarareaba… los instrumentos se perdieron en casas o se olvidaron en un rincón del viejo Palacio Municipal… varías semanas después, el maestro Leyva murió, ahogado en la soledad que da el licor, en aquel cuarto de hotel en contraesquina de la plaza… todo el pueblo asistió al sepelio, se le llevaron en hombros hasta el panteón, donde luego, un monumento de lira del poeta señala el sepulcro, no solamente del músico, sino también de la ilusión de la ultima Banda de Música Municipal.
27 de mayo de 1988.