En el pueblo se contaron historias de aeroplanos.
En realidad no llegaban muchos si acaso solamente uno de uno cada vez no a cada rato de vez en vez allá a lo lejos en el tiempo los aeroplanos del recuerdo se quedaron allá arriba, en el cielo se quedaron para siempre, para siempre en la imaginación de un pueblo que disfrutó de esas historias.
¡eeeeeh! ¡echen papeles echen papeles!
El primer aeroplano que llegó fue por accidente dicen que fue en agosto de 1916, cuando el capitán Emilio Carranza cruzaba el espacio y su aparato sufrió un desperfecto en pleno vuelo buscó dónde aterrizar, lo cual en las labores del poniente, frente al Charco del Agua aquello fue una novedad, mas como estaba retirado el lugar, el aeroplano no era muy visitado. De todas formas, se sabía de él y durante un mes estuvo en arreglo hasta que nuevamente se echó a funcionar el motor sacaron el aeroplano al camino y lo echaron a volar de nuevo se levantaba despacito, despacito, pero se enredó con la hebra del teléfono y ¡Zaz! que cae de nuevo en el patio de un jacal y ya no se pudo echar a volar
La gente recordaba que la hélice había matado a una perra recién parida. Por muchos años el esqueleto del aeroplano se quedó como un museo de la aviación en el pueblo el capitán Carranza se llevó el motor y aún persiste el tanque de combustible.
En ese mismo año, Don Manuel M. García mandó limpiar un terreno en las afueras del pueblo, lo desmontó y aquel llano fue bautizado ex-profeso como campo de aviación tan sólo era un llano donde casi nunca había aeroplanos, pero sí muchas lagartijas y topos cruzando libremente el territorio. El lugar servía también para darles salida a las aguas en época de lluvia, como campo deportivo y cruce de caminos.
En ese singular campo de aviación aterrizó un aeroplano, era el mes de mayo de 1928. A las 2 de la tarde un sonido especial interrumpía la siesta de los aldeanos en el aire un aeroplano con un run run run run volada en larga espiral, como que caía y no caía, hasta que localiza el llano y aterriza forzadamente el piloto era americano que había andado en la Revolución y que se dirigía a la ciudad de México con el General Roberto Fierro.
Ahora sí, aquello fue un asombro completo en el pueblo. La gente decía: ¡En el campo de aviación hay un aeroplano! todos fueron a verlo se hizo un romería de mañana, tarde y noche durante una semana para contemplar el aeroplano aquello era una fiesta se pusieron puestos de comida, de tacos y de refrescos para ver el aeroplano de cerquita verlo y verlo hasta que lo arreglaron el piloto americano, antes de despedirse invitó a varias gentes a volar con él alrededor del pueblo y luego se fue se acabó la vendimia y el campo de aviación volvió a quedar solo con las lagartijas y las sombras de las auras que a veces se reflejan en el suelo.
Después, mucho después, cuando éramos niños, algún aeroplano volaba en el cielo azul en días de mucho calor hacía piruetas, echaba humo de colores formando letras de marcas de refrescos aventaban también papeles. En el patio de la escuela los niños gritábamos, gritábamos, esperando que el piloto nos oyera y no dejase de volar luego, cuando se iba el aeroplano en el infinito se escuchaba un ¡aaaaaah!.
El más peculiar hecho de un aeroplano es aquel campo de aviación fue por 1956 el viejo cochero Don Trini, con todo orden y cuidado circulaba conduciendo su vehículo de tracción animal, llevando pasajeros a unas afanosas damiselas, hacia el centro de tolerancia que estaba al otro lado del referido lugar aquel traslado tan cotidiano se vio súbitamente amenazado por la presencia de un aeroplano que presurosamente aterrizaba Don Trini guardó toda su calma continuaba seguro mas el piloto del aeroplano mantuvo también de estacionarse en el campo y ¡Zaz! Se produce el choque más peculiar en la historia de la aviación: un aeroplano contra el coche de caballos el falló fue salomónico: La culpa fue del aeroplano y su piloto, pues Don Trini alegó ir por su derecha el piloto pagó los daños y todo el pueblo fue a ver aquel hecho insólito y la anécdota por siempre se recuerda con mucha sabrosura.
¡eeeeeh! ¡echen papeles, echen papeles!
Cuando veníamos a Monterrey y el aeropuerto era el que estaba en el norte, todos los pasajeros, del autobús admirábamos, uno a uno los aviones, las pistas de aterrizaje, el edificio y las antenas desde la ventanilla para nosotros aquello era conocer más de los aviones un día alguien dijo que por qué el campo de aviación del pueblo no era como el aeropuerto de Monterrey y de inmediato se escuchó una respuesta: es que el campo de aviación de Sabinas es como un tanteo nada más pa' saber que hay aviones
Ha pasado el tiempo de cuando los aeroplanos llegaban al pueblo en realidad no llegaban muchos sólo una de vez en cuando, más las historias persisten suspendidas en el cielo azul lleno de sol
¡eeeeeh! ¡echen papeles echen papeles!
24 de mayo de 1989.