El mineral de La Pachona sobre la Sierra de Minas Viejas, al poniente, se encontraba en plena actividad; dos décadas tenía de ser explotada por una compañía norteamericana. Trabajadores mineros procedentes del sur del Estado, de San Luis Potosí y de Coahuila, eran los que laboraban en los túneles para extraer los metales preciosos que yacían en las rocas, las cuales se fraccionaban; se les bajaba en pequeñas góndolas y luego todo ello se encostalaba para el trasporte.
Era el año de 1920 y la producción minera de La Pachona estaba en su abundancia. En las faldas del cerro estaba el campamento todo un pueblo minero en forma, donde radicaban las oficinas administrativas de los dueños los cuales, mes por mes, llegaban a inspeccionar sus intereses. Se contaba que era impresionante la manera en que llegaba la diligencia a toda marcha por el Cañón de Villaldama cruzando veloz el camino, ya que era precedido por una pequeña escolta que abría el paso en el camino hasta llegar a La Pachona.
El otro aspecto de trabajo de la mina era el que constantemente se realizaba al trasportar el metal en las carretas los trenes de carretas desde la mina hacia la Estación del Ferrocarril en Villaldama, fueron por muchos años una visión cotidiana en las afueras del pueblo.
La faena consistía en lo siguiente: el material de la mina era bajado al campamento, ahí se le ponía en costales que pesaban aproximadamente 50 kilos cada uno y luego se le echaba a las carretas, las cuales cargaban un promedio de 20 costales, en total una tonelada de peso, y a partir de ahí contaba el traslado de cuatro días.
Un día, del campamento de la mina al Charco del Lobo.
Un día, del Charco de Lobo a Villaldama.
Un día para la descarga, el reposo y cortar el nopal para los animales.
Un día en el regreso de Villaldama a Sabinas.
Cada carreta tenía su dueño, el cual era el responsable del mantenimiento de los animales, de conducir y descargar. Por toda aquella faena recibía por pagos 8 pesos en total por viaje tonelada de cuatro días.
El trabajo era arduo y pesado, además de tener que mantener la carreta en buen estado. Un día, uno de los dueños de las carretas se puso a meditar en la necesidad de exigir una mejor paga por todo aquel quehacer.
Solicitó un aumento de dos pesos por viaje, pero le fue negado y entonces, organizó un acto de resistencia. La forma de exigir la reivindicación fue por demás singular: en el camino de la mina, antes de llegar al campamento, cada carretero ir arribando y al estar de acuerdo con la demanda, se fue quedando a un lado del camino, pacíficamente, negándose a realizar de nuevo la faena si no se le daba el aumento.
En total, se estacionaron 30 carretas, las mismas que siempre corrían en pequeños grupos hacia Villaldama.
Vinieron las autoridades, más no había nada que castigar puesto que no estaban impidiendo el libre camino, las carretas estaban a los lados.
Los administradores de la mina La Pachona se alarmaron y entonces, como decían los viejos, vino a dialogar el mister norteamericano:
¡¿Qué pasa?. ¿por qué no quieren cargar las carretas?!
¡Queremos dos pesos de aumento por viaje! Comentaron casi todos a la vez.
Hubo una discusión. Como en el pueblo no había más carretas y traerlas de otros lugares salía más caro, entonces los norteamericanos tuvieron que aceptar la demanda y al día siguiente acordaron aumentar un peso por cada viaje, oferta que fue aceptada por los dueños de las carretas.
Los viajes continuaron. José Ángel Guzmán, hombre que había andado en la Revolución y que sabía de los ideales sociales que se abrían curso en esos años, fue el organizador de aquel singular movimiento de resistencia: la huelga de las carretas en el mineral de La Pachona.
5 de noviembre de 1988