En diciembre y en verano nos gustaba ir a Los Tres Picos… Más en diciembre que en verano, pues el agua se nos terminaba y volvíamos encalmados.
En diciembre, mejor en diciembre subíamos a Los Tres Picos… esos, los de arriba de la sierra de Santa Clara al poniente, al lado izquierdo del cañón después del Ojo de Agua, allá arriba cual si fueran tres centinelas del espacio y del tiempo del Valle de las Sabinas.
Teníamos dos caminos para partir, el primero era desde el Degüello tomando el camino entonces de polvo y de labores al Ojo de Agua; el segundo era por la vereda de las acequias de los vecinos, hasta el cerro de La Cuchilla y después al Ojo de Agua… Uno y otro camino en aquel entonces estaban llenos de silencio y de arrullos campiranos…
Así la caminata se tornaba en descanso, plática y emoción por la vida… Daba gusto caminar y empezar a subir…
El Ojo de Agua era como el campamento en firme de la partida… un breve descanso y a subir… “¿Por dónde? –Por aquí por la vereda… –¿Cuál vereda?… –¡está por la que vamos!… –¿Y si nos perdemos?… –Te agarras corriendo en bajada hasta llegar al río y nos esperas…”
Así empezaba la alegre cuesta arriba… cantando… “conocí a una linda morenita y la quise mucho”… “–Mira qué bonito se ve el río… –¡Se me rompió el pantalón!… –¡Hey! ¿Dónde están?… –arriba de ustedes, bola de zonzos…” y así por el estilo eran los diálogos amistosos sin que nunca los ánimos decayeran.
Llegábamos a la Meseta del Cedral… ¡Qué belleza de pequeña planicie en la sierra! Cedros, aguajes, pájaros y cencerros de cabras a los lejos… Atrás, la vista del valle en todos los tonos azules, verdes, blancos, cafés y grises… en lo más íntimo uno se afirmaba… ¡En qué lugar tan bello vivo!…
Seguimos… Adelante… “–¡Ay mis patitas!… –Despacito ¿Y la vereda? –¿Cuál vereda?… –la que tomamos antes… –Se terminó…”
“Ahora nosotros somos la vereda… –Mira, mira, mira, ni que fueras hijo del chivero…” así por el estilo era la segunda tanda de diálogos amistosos.
Los Tres Picos a la vista, cada vez más cerca… unos llegan primero, otros parecen nunca llegar… Por aquí, por aquí… No, por acá… por allá… Por fin un grupo en cada pico…
Sierra y valle. Espacio y poesía. Todo el tiempo en la mirada de un horizonte…
“–¿Ves?… –Sí veo… –¿Miras?… –Sí miro… pero no molestes, déjame ver, solamente ver… Minas Viejas, Santa Clara, Picachos, El Río, La Cuchilla, el pueblo, el valle, la carretera, el viento… todo es hermoso desde Los Tres Picos…”
Así el último de los diálogos amistosos para subir a Los Tres Picos es en silencio, con el espíritu de cada quien… es el espíritu quien te guía por la vereda al bajar… es el valle quien te atrapa para sentirte humilde…
Al bajar, sin excepción, todos conocen la vereda… ¿cuál vereda?… la que queda marcada en el recuerdo de todo aquél que sube a Los Tres Picos…
El 29 de diciembre es un buen día para subir… nos vemos en la vereda… ¿cuál vereda?… en la del recuerdo; no la pierdan, su espíritu se lo agradecerá.
4 de enero de 1986