El baile es cultura popular… cultura expresada en ritmo, gestos y sentimientos. El baile es convivencia, colectividad, sitio motivante y alegría electrizante… Magnetismo de uno en uno y suma de todos. A la experiencia de un baile sigue otro y otro… pues nunca, de generación en generación, se dejará de bailar.
Cada baile tiene sus motivos, sus razones… La más específica siempre es la simple razón de bailar… “oye, hace mucho que no hacemos un baile” o “hace mucho que no vamos a un baile”… Hay bailes de casamientos, de quince años, de graduación, de festejos especiales, de fin de semana, de principio de primavera o de verano y bailes de fin de año… por todo y para todos habrá siempre los bailes… el baile es así terapia mental gratuita y gimnasia física que regocija el espíritu.
Los bailes de fin de año emocionan de manera particular, pues los festejos de esa época son los más populares… estos bailes se han convertido en una tradición, en un recuerdo colectivo que ha pasado a través de las generaciones. Famosos son los bailes del 24, 28 y 31 de diciembre, último día del año… el baile de navidad, el baile ranchero y el día último del año… bailes estupendos, pletóricos de concurrentes y con ambiente de desbordar. Ya no son un baile de cada fecha. Sino varios a la vez; dos, tres, cuatro o cinco en cada una des estas noches. Así de grandes son los bailes de fin de año en Sabinas Hidalgo.
Antes de la década de los 30s, no había salones para bailar. Los bailes se hacían en las casas, en los patios. A veces se usaban también los corredores de algunas escuelas. Luego, a mediados de los 40’s, se construyó el pintoresco Salón “Mateo Treviño”, mezcla de estilo californiano, azulejos mexicanos y acequia pueblerina; después la “Mutualista”, ahí frente a la plaza, sencillez de casona entonces, de cuartos y puertas internas, ventanales de rejas. No sé de cuándo, pero en la carretera estaba el Salón “Sepúlveda”, especie de bodegón texano con olores de cebolla. Luego el Centro Cívico, en lo que fue la antigua primaria o secundaria frente a la plaza principal. También la Casa del Campesino, en la placita nueva de los 60’s, la pista de baile “Igualdad” en la colonia Pablo de los Santos.
Épocas del Club Progreso y el Club Orquídea, predominio de las orquestas para bailar. La “Carta Blanca” de Vicke Garza y “La Moda” de Don Mateo Acevedo. El desfile de coches y carretas por las calles para anunciar el baile ranchero… globos, confetis y piñatas para los bailes.
La algarabía, semanas antes de presentarse para los bailes. Las muchachas confeccionando los tres vestidos: el de navidad, el del baile ranchero y el de fin de año. Aquello se tornaba un entusiasmo colectivo. Los muchachos ahorrando para los bailes, el traje listo y la camisa de cuadros, experiencias que se repiten de año con año… en otras magnitudes, pero se repite.
La experiencia de enseñarse a bailar… un pasito, dos pasitos… La experiencia de enseñarse a nombrar, las muchachas sentadas en hileras de sillas en torno a la pared y el clásico:
—¿bailamos?…—
A un sí, el corazón se emocionaba.
A un no, se te helaba la sangre.
Y continuaba… —¿bailamos? ¿bailamos?—
Luego, los más experimentados te aconsejaban cómo hacer bien las cosas en eso de bailar y nombrar.
Felicidad completa si se baila toda la noche, felicidad a medias según se baile. O como dice el dicho: “cada quien habla de la feria según le vaya en ella”.
El colorido de todas aquellas imágenes de los bailes de fin de año, fue el ver a las muchachas sabinenses de los años 60’s, caminar a la una, dos, tres de la mañana, descalzas, con los zapatos de tacón en la mano, tomando la subida del Cine Baldazo por la calle Porfirio Díaz o atravesando la larga calle Escobedo, rumbo a sus casas. Felices de bailar, felices de sus recuerdos.
¡Bien por los bailes de fin de año en el pueblo!… que sigan siendo las fiestas populares más colectivas de toda la ciudad, en paz y felicidad.
15 de septiembre de 1987.
