En el viejo Panteón Municipal está una tumba casi olvidada, escasamente protegida por unas rejas semicaídas y un letrero borroso que aún señala quién yace bajo ese lugar.
A veces alguien lleva unas flores… A veces alguien retoca las letras de aquella tumba austera; para muchos pasa desapercibida, tan es así que a punto está de ser eliminada por el construccionismo opulento –más ostentación que arte fúnebre imperante de nuestros panteones… Pese al abandono ahí está la tumba… pese al olvido cívico aún se conserva en ese lugar, después de 81 años, los restos de un personaje rústico y grandioso que murió pobre pero rodeado de cariño y de la gratitud del pueblo entonces. Fue un héroe a la medida de la aldea, de esos que dan figura, sabiduría y honor a las comunidades, como la nuestra, que forman la patria.
Los panteones son historia, todo es cuestión de preguntar y de buscar nombres y fechas. Los panteones señalan épocas; todo es cuestión de analizar estilos y formas. Los panteones son centros de identidad; todo es cuestión de respetarlos como museos a los que se acude con sensibilidad para aprender de todo su significado.
Hace muchos años “descubrí” la vieja tumba de la cual escribo… preguntando y estudiando, volveré, de quien se trataba, después, en 1973 cuando organizamos el Archivo Histórico Municipal, encontré una gran cantidad de documentos que corresponden a su actuación militar y política… en investigaciones posteriores hemos encontrado su nombre y sus hechos en los informes del General Porfirio Díaz con motivo de la revolución de Catarino Garza en 1892, en el combate de San Rafael de las Tortillas, Guerrero, Tamps., en diciembre del año señalado.
Muchas cosas más supimos del personaje, al grado que cada vez que voy al panteón, después de ver muchas tumbas, llego siempre a esa de manera especial, como si llegase a una biblioteca y solicitase un libro especial de historia… repaso al personaje: nombres, fechas, lugares, hazañas, principios y valores… creo que desde entonces y por todas las tumbas que escudriño he aprendido a querer al panteón como una biblioteca abierta a los cielos.
Medito, ahí reposa alguien que, cuando joven, combatió contra la invasión norteamericana de 1846-1847; luego fue soldado liberal en las Guerras de Reforma de 1853-1857; soldado de la patria contra la intervención francesa de 1862-1867; alcalde en el año aciago de 1885, uniendo al pueblo rebelde después de los motines sangrientos de 1884 contra el abogado José María de los Santos; alcalde natural de la villa porfirista de 1892 a 1901 y nuevamente en 1904, año de su muerte… murió pobre, noble, lleno de valor patriótico y de honorabilidad… el pueblo costeó sus funerales.
El personaje nació en 1830… murió en 1904… Ahí está la tumba casi abandonada y con el nombre borroso de Don Cristóbal Enríquez, capitán de la República, hombre de bien y esforzado patriota cuyos hechos están grabados en la más sagrada de las páginas de nuestra historia: la lucha por construir un país llamado México y una patria chica como Sabinas Hidalgo.
Ahí está la tumba… vale por su historia.
s.f.