Forma parte de nuestra vida cotidiana el que nos pasen un sin fin de historias para contar. ¿Quién en algún momento de su vida no ha pasado por algún suceso sorprendente, divertido, preocupante, en una reunión de compañeros?
Forma parte de nuestra vida cotidiana el que nos pasen un sin fin de historias para contar. ¿Quién en algún momento de su vida no ha pasado por algún suceso sorprendente, divertido, preocupante, en una reunión de compañeros?
Pues bien, ésta es una de tantas. Al integrarme a la planta docente de la escuela Normal “Pablo Livas”, (en la cual orgullosamente laboro como Asesora de 7º y 8º semestres de la Licenciatura en Educación Preescolar), como es de esperarse, al inicio no conocía el sistema de trabajo, pero poco a poco me fui integrando y adaptándome a la forma de laborar en dicha institución, pues gran parte de mi experiencia laboral fue con niños preescolares, lo cual me fue de gran utilidad al impartir las diferentes asignaturas en este nivel.
Un día me dice una maestra de la Normal que era costumbre llevar la merienda para todos, y que ya me tocaba a mí. Inmediatamente le dije que yo llevaría la merienda la próxima semana, pues lo que deseaba era integrarme tanto con los maestros como con los alumnos. Se llegó el día y en la sala de maestros coloqué una charola con “pachucos” al centro de la mesa y todo lo necesario para merendar. Enseguida enteré al personal de que en la hora de descanso pasaran a compartir los alimentos.
Todos disfrutaron la comida y los comentarios fueron muy halagadores, pues los “pachucos” estaban muy sabrosos y antojables.
Al día siguiente me comentaron que cuánto le tocaba a cada quien pagar por la merienda pues al que le tocaba llevarla era solo organizar y llevar la merienda. Al enterarme hice mis cuentas y les tocaba un promedio de 30 pesos por persona.
Empecé a cobrar y al entra a la recepción observé que había varios maestros del turno de la merienda y les dije que eran 30 pesos de las pachucos, la mayoría de los que ahí se encontraban me los pagaron, solo que una maestra me dijo con voz muy molesta –¿queeeee?, ¡te los voy a pagar, pero quiero que sepas que me comí un pachuco y va a ser el pachuco más caro del mundo que me he comido en todo mi vida!– a lo que respondí –de ninguna manera lo voy a aceptar yo no me dí cuenta cuantos pachucos se comió cada quien, sólo me dijeron que dividiera los costos y entre todos pagamos la merienda, pero si es así no me pagues nada por favor.
Ella buscaba en su bolsa la cartera para pagarme, pero de ningún modo acepté, insistía pero yo me negué rotundamente. Todos los maestros se quedaron mudos ante la respuesta de la maestra.
Me salí inmediatamente derramada en lágrimas porque jamás esperé esa respuesta de ella. En la planta baja donde yo laboraba me encontré con un maestro a la que me preguntó qué me pasaba y si podía ayudar en algo, le conté lo sucedido y me reconfortaron sus palabras de apoyo. Todo el día estuve mortificada y ya no cobré más por la merienda pensando que me podía pasar lo mismo.
Al finalizar el día mi esposo pasó por la Normal para llevarme a casa y al subirme le platico la novedad y apoyándome me dice –no te preocupes no pasa nada, son que suceden en la vida cotidiana, tú paga la merienda y ni más ricos ni más pobres– esas fueron sus palabras y la verdad se lo agradezco pues yo me sentía muy lastimada, recuerden que tenía muy poco tiempo de trabajar, en la Normal.
Pasa el tiempo y crece la amistad entre la maestra y una servidora y ahora me doy cuenta que lo que menos tiene es ser “fijada” en cuestión económica y llegué a la conclusión que fue un mal momento cuando le cobré, tal vez andaba preocupada por cosas cotidianas y por eso me contestó de esa manera.
Pasan los años y un día le comento si se acordaba lo sucedido aquel día, a lo que contesta no recordar y obviamente se apena y me da un disculpa. Claro fue motivo de risa. Para ella esta anécdota pasó desapercibida, pero para mí fue algo inolvidable, le dije; jamás olvidaré el pachuco más caro del mundo.
Amigos lectores es así como termina esta anécdota que sucedió en la escuela Normal Pablo Livas y que nunca olvidaré.
Profra. Lily Gutiérrez González
Asesora de 7º y 8º semestres de la Licenciatura en Educación Preescolar