Recomendación a un hijo que se encuentra en la Cumbre Mundial de Google
“Es más peligroso tener un amigo ignorante que un enemigo sabio”.
La madurez es el punto culminante de un proceso de crecimiento y desarrollo que consiste en la integración de muchas y muy diversas cualidades.
Una de ellas y muy difícil de dominar es la humildad, porque humilde es aquel que se da o dio cuenta que lo complicado no es saber, sino creer que uno sabe mas que los demás.
No se si me expliqué y a donde voy es que en la vida nunca se termina de aprender, entonces la humildad nos prepara para estar abiertos a nuevas expectativas, a recoger y acumular experiencias
Aclarando que humilde no es el escaso de recursos económicos en todo caso es pobre, la humildad es una virtud muy fácil de mal interpretar por las personas que escalan un peldaño sin la preparación adecuada (que no ha sido tu caso) y mareados se caen con facilidad.
La humildad repito, es la cereza del pastel, el punto importante de todo lo logrado es la virtud a la que todos y antes que nada debemos aspirar.
Humilde hijo, es aquel que demuestra con hechos su valía sin alardes ni poses triunfalistas, es atento , servicial y abierto al dialogo compartiendo lo aprendido sin caer en la soberbia o pedantería porque así no se logra la excelencia como persona.
Si bien es cierto que humildad no es sinónimo de pobreza tampoco lo es de debilidad, tolerar al que desea aprender y solicita con cortesía una orientación es una obligación, pero nunca al irrespetuoso que se cree con derecho de tratar como inferiores a los menos favorecidos en bienes materiales.
Hoy que haz llegado a una cumbre mundial de conocimientos vanguardistas por méritos propios es una prioridad mantener la cabeza fría y los pies sobre la tierra, sin olvidar a tus amigos que son mios también y las lecciones que luchando juntos la vida nos ha proporcionado.
Conserva la calma, siendo fiel, honesto, responsable y más que nunca se humilde pero nunca te humilles.
Atte. tu padre que siempre te espera con los brazos abiertos: Ramón Ábrego Vázquez