"El traidor es peor que el peor enemigo". Con esta idea resumo el capítulo aquel, lejano en los tiempos mas siempre permanente y válido. Evoco la vida y muerte de Louis Georges Rothchild, (1885-1944), mejor conocido como Georges Mandel.
Aquel hombre leal a su país, invariable en su patriotismo. Ministro del interior en el gabinete de Clemenceau, en el marco histórico de la Segunda Guerra Mundial.
Mandel, a quien Winston Churchil describía como "el primer resistor" por su negación a aceptar el armisticio con Alemania.
Su hostilidad hacia la Alemania nazi. Su oposición al llamado "Estado Francés", aquel gobierno títere de la Alemania nazi, instaurado en parte de Francia y en todas sus colonias, de julio de 1940 a agosto de 1944. La Francia de Vichy, cuyo poder es asumido por Pétain.
Acusado de belicista, Mandel es aprehendido, trasladado de una prisión a otra, y, aún respetado, en su calidad de preso político, por el enemigo, es asesinado en el bosque de Fontainbleau, en innoble emboscada, por la milicia bajo las órdenes de la jefatura de policía de Vichy.
Aquel momento fue, la breve pausa en el camino cuando, advertida la tragedia de su inminente fin, sobre la espesa fronda, trazó el dibujo imaginario de la sonrisa y los ojos de su bella hija adolescente mientras su espalda recibía la violenta ráfaga de la muerte a la sombra fresca de las catedrales vegetales del entorno…
¿Por qué esta evocación? ¿Por qué recordar azarosos e hirientes pasajes del viejo archivo? ¿Es acaso que el temor anuncia la renovación de semejante oprobio? ¿Es acaso que la intuición dobla sus campanas de alerta? ¿Es Caín resucitado quien, actual y transmutado, se dispone a verter la sangre de su sangre? ¿Es la aberrante y aborrecible historia que se repite? ¿Es el mal reeditado, renovado y siniestro?
Lejanos en el tiempo, aquellos y estos hechos; distantes en el espacio aquellos y estos actores, parecen resurgir la cábala y la intriga: La traición, reina en el centro del proscenio, el enemigo observa, espera, lanza vítores, otorga ofrendas, sabe que en México, tenemos tantos y tan buenos amigos que obviamos enemigos.