Los indios carrizos establecidos en el norte del actual estado de Tamaulipas y Valle de Texas, eran belicosos e inquietos, ocasionaban graves problemas en el Nuevo Reino de León por su actitud de guerra indomable e inconformidad con el sometimiento y explotación colonial. Juan Candelario de la Cruz, católico apostólico y romano, no sabía leer ni escribir, de convicciones firmes, líder innato, guerrillero y visionario en la lucha, desde los inicios de la independencia mostró inclinaciones por la revuelta, “fue uno de los principales revolucionarios indígenas que hubo en las Provincias Internas de Oriente” tomó parte en infinidad de ataques y saqueos en pro de la causa.
Contaba con 25 años cuando ideó sublevarse, en pocos días prácticamente tenía organizados a casi todos los aborígenes del Real, representando la amenaza más grave en estos años para las autoridades, que no estando bien pertrechadas resultaban blanco fácil de los constantes ataques que de la Cruz lanzaba. Conocía muy bien todo el territorio y se desplazaba a los lugares más importantes.
A la llegada de Jiménez a Monterrey, movilizó el contingente de ayaguas y garzas adjudicándosele el primer levantamiento de éstos en la región, provocando pánico y terror en los habitantes de Vallecillo y la región, atacó diversas poblaciones y destacamentos militares realistas; por lo que se le acusó de infidencia; trataron de atraparlo, lo que resultó muy difícil por las cualidades guerreras y militares que poseía.
Sus puntos de reunión fueron la Sierra del Huajuco, Río Grande, inmediaciones de San Carlos, Picachos, La Mota, entre otros.
En el citado levantamiento salió a combatirlo con numeroso contingente, el capitán José Domingo Ballesteros, lo que logra por ser la primer escaramuza de los insurrectos ante un enemigo mejor organizado, Juan Candelario cae preso y a pesar de los trastornos causados y sin considerar futuras consecuencias deciden indultarlo, a condición de que desista de su conducta. Sin embargo, más tarde estuvo al frente de grupos insurgentes ocasionando graves pérdidas monetarias para el reino, y presente en los asaltos más importantes e invasiones rebeldes en esta provincia.
A Juan Candelario de la Cruz se le consideraba indio ayagua, según escritos de la época, pero él mismo se declara carrizo del rumbo de Laredo y simpatizante de las ideas libertarias o partido de América, afirmando estar en contra del partido del rey de los realistas. El primer cargo en su contra fue sedición, acusado de revolucionario e insurgente, atribuyéndosele el ataque a Cerrito Prieto, Picachos, Cerralvo y otros.
De la Cruz se unió a la causa de la insurgencia en un lugar llamado el Pinal; con centenares de indígenas participó con el jefe insurgente José Herrera en “el sorpresivo ataque a Monterrey el 3 de julio de 1813, causando gran alarma y entrando prácticamente a la plaza estando casi indefensa, José María de Sada, Bruno Barrera, Juan Caballero y Félix Tespalacios fueron los encargados de tratar de organizar la defensa, muriendo en el ataque Alejandro de la Garza, Julián de Arrse, entre otros vecinos del lugar” Herrera, de la Cruz y otros cabecillas partieron rumbo a Vallecillo, siendo alcanzados en Salinas por soldados al mando de Montañez donde fueron batidos. Sin embargo los indios ayaguas y garzas con Juan Candelario a la cabeza se dispersaron logrando salvarse, así mismo José Herrera. Más tarde Arredondo es designado Capitán General de las Cuatro Provincias Orientales, nombrando a Ramón Perea comandante militar, iniciándose un sangriento ciclo para la insurgencia. Por otra parte, el teniente Adeodato Vivero con medio centenar de hombres del cuartel de Vallecillo, peinaba el norte en busca de insurgentes. Tanto Herrera como De la Cruz se reorganizan con otros cabecillas: un tal Julián de Camargo, Luisiano, Doroteo, Pedro, Juan, Eusebio Mauricio, Cyetano, Guillermo, Yranio, Baasilio, Ramón y el indio José Antonio; trazan un plan de lucha, y deliberan sobre el siguiente objetivo; el ejército acosaba de cerca por lo que siguieron al norte, dejando atrás la posibilidad de volver a retomar Monterrey o atacar Saltillo.
Mario Treviño Villarreal
CIHR-UANL