El año de 1813 durante el virreinato de Calleja, volvió a dividirse la Comandancia General de Provincias Internas. Joaquín Arredondo y Mioño quedó al frente de las de Oriente, (Nuevo León, Coahuila, Tamaulipas y Texas) su nombramiento lo recibió en Agualeguas, en plena campaña contra la insurgencia en la región.
En este periodo, las movilizaciones de los independentistas y los constantes ataques de los indios bárbaros, mantuvieron a la población de Vallecillo, a la expectativa, situación que se convirtió en intranquilidad y zozobra, al ordenarse la retirada del destacamento militar del Río Salado, para pasar a vigilar otros puntos estratégicos.
“El alcalde Pedro de la Garza inmediatamente armó gente del vecindario para cubrir ese lugar, sí mismo, mandó hombres por el rumbo de Azanza y demás ranchos, a fin de prevenir cualquier incidencia.”1
En esa época, Vallecillo formaba parte de un cúmulo de poblamientos dispersos y sin estímulos suficientes para consolidarse, era un real de minas septentrional, que al igual que otros, casi nunca formaron poblaciones de más de mil habitantes, salvo en las épocas de auge, ni crearon asentamientos interdependientes, sustentados en la agricultura, comercio o manufactura; al contrario, prácticamente tenían que ser autosuficientes y autárticos, procurándose las condiciones necesarias para subsistir, en una frontera débil y sin límites.
Los artículos manufacturados, los utensilios para las minas y otros bienes no producidos en el lugar, se traían del centro en caravanas que tardaban meses en recorrer la difícil y siempre peligrosa región desértica, donde merodeaban bandas de indios hostiles, además de cruzar montañas y ríos de tránsito accidentado y planicies desoladas.2
Estas características, ayudaron a conformar sociedades y economías distintas a las del centro y sur; desfilaron gambusinos y aventureros en busca de metales preciosos, soldados y capitanes con afanes esclavistas, frailes con o sin verdadera fe misionera y detrás de ellos, decenas de agricultores y ganaderos, cientos de indígenas tlaxcaltecas y tarascos.
En medio del aislamiento, defendieron diariamente todos ellos, el socavón de las minas, la iglesia, el fuerte, el rancho, el pueblo, en fin, su forma de vida.
La penetración en el noreste creó una historia cruenta de matanzas, sublevaciones y cautiverio de indios, en una lucha a todas luces cruel e injusta, que fueron forzados a la esclavitud. Un alto precio se pago para contar con un rosario importante de centros mineros en producción, haciendas de beneficio de metales, latifundios ganaderos, ranchos agrícolas, que posteriormente serían la base de villorríos sólidos y definidos.
Referencias
- Archivo General del Estado de Nuevo León. Correspondencia de Alcaldes Primeros de Vallecillo. 1813.
- Historia General de México. Tomo 2. México. SEP/Colegio de México. 1981. p.133.
Mario Treviño Villarreal
CIHR-UANL