Reliquias, son tus piedras reflejan tu historia, tu pasado, el esfuerzo y el trabajo de tus hombres y mujeres, mezcla hecha con el sudor de aquellos que te irguieron San Carlos de Borromeo.
Piedras que escucharon lamentos, alabanzas y oración al redentor, metales que aún repican, que envían sus señales al tañer piedras que han oído y oyen palabras de amor, del corazón, que son testigos que hubo mares y candentes volcanes.
Piedra que en su interior tienen caracoles y peces, mudos testigos de tu pasado, piedras que han servido y sirven de hogar y de seguridad, al caminar, piedras que tienes riqueza estimativa, económica y real plata y plomo. Tu mineral.
Antes, San Carlos Borromeo, hoy, Vallecillo, Nuevo León, cenizo, anacahuita y nopal, cenzontles en el breñal: venado, y liebre que corre al alba, peces, en el azul manantial, codornices, a la vera del camino cascabel que suena, que espanta.
Piedras perfectas que encierran en su espacio la cultura, el albergue de tu historia, noventa grados en sus artistas del piso a la cornisa, Casa de la Plomada hoy museo regional antigua, antigua orgullosa.
Piedras con epitafios de hombres y mujeres del pasado, ancestros que ya se han ido tributo a la tierra, han pagado huellas imborrables, han dejado piedras que fueron cerros, hoy la historia del pasado Vallecillo. A morir te has negado.
Vallecillo, sigue viviendo escucha del arroyo, su canto, el trajinar de tus gentes, el golpe del mazo y del cincel que tiene riqueza y trabajo, ¡niégate a morir, seria muy triste!
Yo tu hijo. Me negaría a escribir en una piedra, tu epitafio.