Doña Sinforosita y las dos muchachas llorosas y afligidas, vistiendo luto riguroso, corrieron a hablar con el Jefe revolucionario, pero éste, impasible e inconmovible a las quejas y dolor de aquellas desventuradas mujeres, ásperamente les dijo que les entregaría a Don Inocente, si en el término de 24 horas le llevaban $ 10,000.00 del águila.
Tristes y desconsoladas salieron de allí llorando amargamente su desventura y la casa de doña Sinforosa se lleno de gente, amigos y no amigos de aquella familia, quienes al saber lo que pasaba, espontáneamente se prestaron a ayudarla y empezaron las colectas de dinero por todo el pueblo para rescatar al pobre de Don Inocente.
A las 8 de la mañana del día siguiente se vencía el plazo para entregar el dinero o de lo contrario sería fusilado sin remisión de causa, el pobre de Don Inocente por haber sido instructor de la Defensa Social.
A las 12 de la noche fue una comisión a hablar con el Jefe llevando solamente $5,000.00 que habían reunido a rigor, entre el vecindario, pero el Jefe como siempre impasible, no cedió ni ápice y lo único que consiguieron fue ampliar el plazo a tres días, dejando los cinco mil del águila en cuenta.
Mientras tanto, entre las mujeres que acompañaban a Doña Sinforosa, no faltó quien le aconsejara a que viera a doña “Chepita” quien tenia un “Santo Niño” muy milagroso y allá fueron llevando velas y le pidieron con fervor al milagroso niño que salvara a Don Inocentito.
No era posible reunir ya la otra parte del dinero pedido por rescate y el plazo expiraba por momentos y solo se habían reunido otros tres mil pesos a todo rigor, los que llevaron nuevamente al Jefe, exponiéndole que no era ya posible reunir mas dinero, pero, como siempre, impasible ante tales súplicas e inflexible a su palabra, les recogió la preciada suma que llevaban y Don Inocente siguió incomunicado en el cuartel y sería fusilado a las 5 de la mañana si no llevaban el resto.
Redoblaron las actividades de la colecta, pero ya no había a quien pedirle mas dinero, y ya desilusionados los de la comisión, viendo que todos sus esfuerzos habían sido infructuosos, se reunieron con la demás gente, hombres y mujeres que oraban fervorosas ante el “Santo Niño” y redoblaron sus preces por la salvación y libertad de don Inocente.
Se acercaba la hora fijada para la catástrofe y los rezos y alabanzas al milagroso niño continuaban, cuando dando la primera campanada, de las cinco de la mañana, hora de la ejecución tres golpes sonaron en la puerta de la casa. Todos se sobresaltaron y suspendieron el rezo. Alguien abrió la puerta y… de cuerpo entero apareció sonriente y rozagante el bueno de Don Inocente, postrándose de hinojos a elevar sus preces en acción de gracias. Se había hecho el “milagro” y todo se felicitaron y abrazaron a Don Inocente.
El mismo día los revolucionarios evacuaron la plaza y a los pocos días también la familia de Don Inocente abandonó aquel pueblo sin dejar huella.
Poco tiempo después se supo que Don Inocente amigo intimo del Coronel, ideó y planeó el cuento del “secuestro” para hacerse de recursos pues de la “prima gorda” que se obtuvo fueron a medias y con $4,000.00 del águila en el bolsillo, se fue del pueblo, gracias al “milagro del Santo Niño” y a la ingenuidad de aquella gente.