Como ave impulsada por el viento que flotando va en el aire, así ha transcurrido tu vida; pues no has permitido que las piedras del camino, impidan tu ligero andar. Has transitado por sinfín de veredas, algunas eran parejas y te trasladaban por vericuetos llenos de flores y luz; pero otras fueron negras y horrorosas y te acarrearon sufrimiento que tu supiste vencer con resignación, acompañada siempre de tu fiel Esposo, que te había dicho al oído, como Díaz Mirón: ¡Confórmate, mujer! Hemos venido – a este valle de lágrimas que abate,– tú, como la paloma, para el nido,–¡Y yo, como el león, para el combate!
Naciste en un año en que el pueblo de México se movía inquieto queriendo alcanzar su reivindicación; ya me imagino a tus padres llevando de prisa a sus hijos para el rancho” La Parra”, para protegerlos de los vaivenes de la guerra; te criaste escuchando los ruidos de la naturaleza, la tórtola y la paloma de alas blancas te arrullaban en tus siestas vespertinas; mientras que los cenzontles y los cardenales te cantaban al amanecer; el trajinar de Doña Clotilde y Don Jerónimo, te despertaban; pues ellos con sus prisas para ordeñar las vacas uno, y la otra preparando los alimentos primeros del día, se les olvidaba que tú, cerca, dormías tu sueño de ángel.
Creciste correteando con tus hermanos por los breñales, y aprendiste de tu madre las buenas costumbres y con ella supiste de los afanes del hogar.
En el pueblo acudiste a la escuela para aprender a leer y escribir y se te grabó muy hondo lo que la Maestra repetía de Calixto Pompa: ¡Trabaja, joven, sin cesar trabaja!—la frente honrada que en sudor se moja—Nunca ante otra frente se sonroja– Ni se rinde servil a quien la ultraja.—Tarde la nieve de los años cuaja—sobre quien lejos la indolencia arroja. Por eso toda tu vida has sido una persona de mucho trabajo, desempeñaste junto a tu esposo los diferentes oficios en los que él se ocupó y le ayudaste a sacar adelante a tu familia; no te importaron las noches de desvelo ni los días de sacrificio, lo que querías es que tus hijos salieran victoriosos en la vida y con orgullo lo hicieron.
Hoy, cumples, CIEN AÑOS, eres de las escogidas de Dios porque tanto tu mente, como tu físico, están en óptimas condiciones; escuchas el llanto y las quejas de los chiquitines, sabes del triunfo de todos aquellos que se han superado y tienes la dicha de disfrutar lo que tanto trabajo te costó sembrar; tu esposo Julián Quiroga ya está en el cielo, pero él como tú, goza de tu dicha y se satisface de haber sido tu compañero.
Hoy te rodeamos todos aquellos que algo recibimos de ti; ¿Cómo olvidar tu generosidad con nuestro hijo pequeño? ¡Recuerdas! cuando tenían la tiendita por Antonio Solís y Jiménez, que íbamos al mandado mi Esposa, nuestro Hijo y Yo, y tú le decías al niño ¿Cómo cantan las palomitas hijito? Y él contestaba: ¡cu cu!, con su voz tierna e infantil, tú te reías con la gracia y le regalabas un plátano, que él con deleite consumía. Pequeños detalles, grandes recuerdos.
Posiblemente sea el último de tus sobrinos, pero quiero en esta ocasión tan especial: levantar mi copa, la que contiene la esencia divina del cariño y la amistad, para decirte: ¡Tía Toña!, yo quiero celebrar contigo, otros cien años; porque tú mereciste vivir estos cien y vivirás muchos más.
Y dile: a Leobardo, al Chacho y al Chiquitin, que el Tito, sueña: con volver a corretear por las calles del Barrio de los Colegios, jugando al bote volado, a los prisioneros, o ponernos los guantes de box de Carlitos Morton y jugar echando maromas en el corredor de la casa de la Tía Evelia.
Bendito aquel que nos permite recordar y volver a vivir la niñez más hermosa de la tierra, y más bendito por darle suficiente vida a una mujer tan maravillosa como la Tía Toña.
Felicidades para toda la familia.
Profr. Santos Noé Rodríguez Garza
Cronista de la Ciudad
Miembro de la Asociación de Escritores de Sabinas Hidalgo