A finales del siglo diecinueve la Europa estaba sumida en una serie de conflictos que obligaban a los humanos a emigrar de sus regiones y buscar refugio en América, así fue como: la Sra. Malvina Kircherner llegó a México, donde encontró paz y refugio y también al hombre con el que compartiría su vida: el Sr. José María Lozano Guzmán.
A finales del siglo diecinueve la Europa estaba sumida en una serie de conflictos que obligaban a los humanos a emigrar de sus regiones y buscar refugio en América, así fue como: la Sra. Malvina Kircherner llegó a México, donde encontró paz y refugio y también al hombre con el que compartiría su vida: el Sr. José María Lozano Guzmán.
Primeramente radicaron en Bustamante y posteriormente fincaron su hogar definitivo en Sabinas Hidalgo, N.L., tuvieron siete hijos: 6 hombres y una mujer y Eduardo fue el tercero en venir al mundo, el 6 de octubre de 1893. Fue siempre un joven inquieto y lleno de idealismo, su fortaleza, su piel blanca y su ojos azules le ganaron el mote del “güero” con el que lo llamaba toda la gente; cuando estalló la Revolución Mexicana él estaba en su apogeo juvenil y sin pensarlo, de inmediato se incorpora a la lucha armada, que lo llevó a recorrer los horizontes de la patria, donde dio pruebas de su valentía y entereza para enfrentar los sinsabores de la guerra.
En sus momentos de melancolía le relataba a su hija única: Sra. María Inés Lozano Treviño, las peripecias de la lucha y le contaba que para descansar de los trajines de la batalla, se recostaban en cualquier barranco teniendo en sus manos las riendas de su cabalgadura, y dormitaban, estando siempre disponibles para montar y lanzarse a la batalla o huir de sus enemigos; recordaba con agrado y contaba con euforia el momento aquel: en que, hambrientos ya de noche, sus compañeros y él, decidieron llevarse un lechoncito que vieron en el corral del un humilde rancho por el que pasaban, se desmonta un amigo, sujeta el marranito y se lo da al güero, que de inmediato, mete espuelas y arranca su caballo a todo galope, para burlar al dueño, que con el escándalo del animal ya se había despertado, corre un pequeño espacio y siente que le arrancan el chancho de los brazos, asustado sólo voltea a ver ¿qué había sucedido? y se da cuenta de que el animalito estaba amarrado a una estaca y el tirón no logró soltarlo. Esa noche tuvieron que dormirse sin cenar.
La vida en el ejército es muy dura, ahí se curten y se ablandan hasta los caracteres más difíciles; Don Eduardo comentaba que una noche que estaban en un pueblito de Coahuila, muy cerca de Torreón, se encontró a su hermano Carlos que también andaba en la lucha armada, fue tanto el gusto: que acordaron juntarse para cenar; estaban en los momentos mas eufóricos del encuentro, cuando los clarines de órdenes los convocan, porque está muy cerca el enemigo, se despiden: con un fuerte abrazo y un hasta luego; que se convierte en ¡jamás!; pues el güero ya no volvió a ver con vida a su hermano y al recordar aquel momento, las lágrimas mojaban su rostro marchito por los años.
El galardón que ostentó hasta el final de su vida se lo ganó con un hecho heroico, al estar en lo cruento de la batalla donde el contrario llevaba la ventaja y tenían que retroceder, un amigo resultó gravemente herido y al darse cuenta el güero, se regresa retando las balas del enemigo y rescata al compañero jalándolo y subiéndolo en las ancas de su caballo. Sus superiores al darse cuenta de aquel acto valiente y humano lo ascienden a Teniente; en aquella ocasión ni cuenta se dio que las balas le hablan herido los talones y perforado el chamorro de la pierna derecha, hasta que un compañero le señala el rastro de sangre que deja al caminar. También lleva una cicatriz en su cabeza por haber sido herido de un rozón. Regresa a su solar nativo dándose de baia en el eiército en 1918, casándose en 1929 con la Srita. Felicitas Treviño Durán, ejerce diferentes oficios y hacia el final de su vida se desempeña como cochero.
El cansancio fisico, y un infarto acaban con su vida y muere el 18 de julio de 1985. Descanse en paz un héroe de la patria.
25 de enero 2010
Profr. Santos Noé Rodríguez Garza