Después del trabajo que desempeñó en el Río Salado, muchas personas se acercaron a Don Santos, para solicitarle que los auxiliara con su Ford, en la solución de algún problema que tenían en el funcionamiento de aparatos agrícolas.
Después del trabajo que desempeñó en el Río Salado, muchas personas se acercaron a Don Santos, para solicitarle que los auxiliara con su Ford, en la solución de algún problema que tenían en el funcionamiento de aparatos agrícolas.
Así fue como en la labor de Don Inés Guajardo, que estaba ubicada en el poblado de Garza Ayala, tuvo que ingeniárselas para que la Ford moviera los molotes, que utilizaban para despepitar las espigas de la escoba; ya que la cosecha había rendido y para almacenarla era necesario que estuviera limpia, pues de lo contrario podía mancharse y perder el valor en el mercado. La máquina que servía para el trabajo estaba descompuesta y tardarían muchos días en ponerla a funcionar.
Siguiendo el mismo procedimiento que en el Río Salado, acondicionó una rueda trasera para con una banda mover la polea que daba impulso a los engranes, que hacían girar el cilindro que estaba tapizado de puntas a diferentes escala y que eran las que arrancaban las semillas de la espiga. Desde muy temprana hora, hasta medianoche, estaba la fortinga trabajando; se detenía solamente para que la gente comiera.
En un corto tiempo se avanzó suficiente y para cuando trajeron la máquina que se había descompuesto, Don Santos y su Ford con empeño y buena disposición, habían realizado la tarea que de no hacerse, hubiera sido el fracaso económico del dueño.
Pequeñas acciones y grandes esfuerzos que solucionan problemas.
Continuará…
Profr. Santos Noé Rodríguez Garza