Hace ya algunos años, transitaba por las calles de Sabinas un Señor: robusto de tez morena, que conducía una camioneta Ford modelo 1924…
Hace ya algunos años, transitaba por las calles de Sabinas un Señor: robusto de tez morena, que conducía una camioneta Ford modelo 1924; los que lo conocían sabían que se dedicaba a instalar y componer Molinos de viento, llamados comúnmente Papalotes; esos que no generan grandes gastos en la extracción de las aguas del subsuelo. En todos los rumbos de la región Noreste del Estado de Nuevo León, quedó el testimonio de su paso por esta vida, ya que en su modesto carruaje recorrió los caminos y senderos de la Patria Chica; al Poniente: desde Zapateros, en la entrada del Cañón de Bustamante, al inicio de la región semidesierta en los linderos de Nuevo León y Coahuila; hasta la Escondida, al Oriente, en Agualeguas; al norte desde la Presa Venustiano Carranza en Coahuila (Don Martín); hasta Mamulique, al Sur, en terrenos de Salinas Victoria.
Con su esfuerzo y conocimiento quedaron instalados los papalotes que del viento toman la energía para extraer del subsuelo las cristalinas aguas que sacian la sed de humanos y animales.
Muchas anécdotas se cuentan de las aventuras de Don Santos Rodríguez Aguirre y su Ford, trataré como testigo de algunas de sus hazañas de dar cuenta de las mismas, para deleite de los que no lo conocieron, remembranza para los que con él compartieron, y testimonio de vida para sus descendientes.
Don Santos fue uno más de los Sabinenses que cruzaron el Río Bravo para probar fortuna en los campos de la Unión Americana. Para pasar al otro lado sólo tuvo que comprar el pasaporte gringo, que era un documento hecho a mano, escrito con pluma fuerte y con un sello que lo autentificaba. Su costo, un dólar. La vida y la aventura lo llevaron a trabajar en 1922, en un rancho de un Gringo de apelativo Johnson; pronto se adaptó a las condiciones del empleo y le echó muchas ganas al trabajo que le correspondía. Al ver el Patrón el empeño que ponía en su trabajo y dándose cuenta de las habilidades que poseía, un día le dijo: –¡Venir yo enseñarte a conducir una Truck! (Troca para nosotros) y lo cambió de peón a conductor de una camioneta; que trasladaba la cosecha de las labores a los graneros del rancho.
Un día agobiada por el trajinar de la carga que traía de los graneros, la Ford que manejaba se descompuso, entonces Mister Jonhson montó en cólera; por que la carga iba a quedarse expuesta a la intemperie y podía echarse a perder con el rocío de la noche; Don Santos calmó al Gringo diciéndole: ¡no se preocupe, yo la arregló! ¡Tú no saber! Respondió el interpelado; Don Santos tomó de la caja de herramienta, una llave perica y le desconectó a la camioneta la perinola, que así le llamaban por parecerse a este juguete (hace las funciones de la bobina actual); la enfrió de inmediato con agua, por estar caliente, ya que en ella se genera la chispa que da vida al motor; sacó su navaja y se puso a limpiarla; como había visto que lo hacían algunos mecánicos, dejando bien limpios sus polos; enseguida la humedeció con gasolina y la colocó de nuevo en su lugar; puso la manivela de dar vueltas al motor, (Cranck) le dio vuelta y el mueble funcionó. El problema quedó resuelto y el gringo muy satisfecho, pues tenía entre sus trabajadores un mecánico más.
El Gringo se acerca a Don Santos y le dice: ¡aquí en el rancho aprenderás muchas cosas que te servirán en tu pueblo!
Continuará…
Profr. Santos Noé Rodríguez Garza