Vivía en esa casa una mujer una mujer que no sólo se contentaba con calmar el dolor de sus hermanos, sino también una mujer que con sus hábiles manos trajo al mundo a muchos coterráneos nuestros.
Vivía en esa casa una mujer una mujer que no sólo se contentaba con calmar el dolor de sus hermanos, sino también una mujer que con sus hábiles manos trajo al mundo a muchos coterráneos nuestros; esa mujer desarrolló muchas veces el trabajo de partera sin paga alguna, y en ocasiones como ella decía, no sobraba para pagar el coche, medio de transporte que la conducía al lugar dónde era requerida.
Había en esa casa una mujer que no se contentó con lo anterior, sino que fue bujía impulsora en el Club de Damas Sertoma Sabinas Hidalgo, en el DIF Municipal, en la Cruz Roja Delegación Sabinas y en otras organizaciones de renombre en esta ciudad y de la ciudad de Monterrey, vivía en esa casa una mujer incansable, era una gran mujer.
Se dice que es necesario que el árbol caiga para medir su tamaño, no fue necesario que aquella mujer cayese para medir su tamaño, el pueblo que la consideró siempre suya la ubicó en su exacta dimensión y siempre la tuvo en un lugar de alta estima, esa mujer jamás cayó, porque los grandes árboles, esos que dan sombra y fruto no caen nunca, ellos mueren de pie y así lo hizo Doña Josefina V. de Mascareñas.