Categoría: Nuestras Cosas

En nuestras manos un pequeño folleto, pero una gran obra por su contenido literario.

Allí por la calle Dr. Coss entre Porfirio Díaz y Victoria, allí donde después se estableció una papelería. Sí allí vivía una mujer, a quien en varias ocasiones pudimos ver con una cofia sobre sobre su cabeza. También la vimos algunas veces en la esquina de Victoria y Juárez, casi enfrente a la Logia Masónica con un vestido blanco inmaculado, en ese lugar estaba hace tiempo la Secretaría de Salubridad y Asistencia y al frente de la misma se encontraba altruista, bondadoso y bien recordado Dr. Ricardo Morales Mireles.

Doña Lola, sí, Doña Lola, era una mujer amable y sencilla, aún la recordamos con su delantal siempre puesto, y su vida un correr constante, en sus manos la cebolla, el tomate, los condimentos y demás, siempre lista para tener el almuerzo temprano y más temprano el café de olla, consiente de la responsabilidad, pues ella sabía que tenía que mandar a sis asistentes a la escuela o al trabajo muy temprano y bien almorzados, después tender las camas, barrer y trapear los cuartos, lavar la ropa de los muchachos y empezar a preparar la comida para cuando regresaran los asistentes.

¡Caminito de la escuela, vamos todas a estudiar! así reza un estribillo de una de las muchas canciones infantiles de Don Francisco Gabilondo Soler mejor conocido como “Cri-Cri” el grillito cantor.

¿Sabe usted dónde andan sus hijos?

En el mundo hay tres cosas sumamente importantes: el nacimiento, el matrimonio y la muerte. Estos sucesos son simples, pero tienen una gran importancia, porque el nacimiento da origen a la vida, el matrimonio la multiplica y la muerte la termina.

Las grandes eminencias de la humanidad, fueron hombres y mujeres que no se cansaron de dar martillazos sobre el yunque, hasta que forjaron su destino, porque debemos recordar que solo con voluntad férrea se logran las metas elevadas; y lo que es más importante, no basta llegar, sino lo que cuenta es permanecer.

El río… el recuerdo de aquel río de ayer, lleno de agua de orilla a orilla, aquel río de cristalinas aguas que serpenteaban el pueblo, el puente, un puente rudimentario hecho por los vecinos, allí se encontraban tumbados sobre unas rocas un par de postes de madera, de aquellos viejos postes que en un tiempo sostuvieron unos cables de energía eléctrica, sobre ellos unas angostas tablas, de aquellos viejos cajones de madera donde venía empaquetado el jabón “Mariposa”, aquel jabón que la gente conocía como jabón blanco.