Ayer tarde, ya tarde cuando el calor de tu existencia se perdía, yo en nombre de todos los míos te grité "¡Viejo! no te vayas" sin embargo tus fuerzas fueron desapareciendo lentamente y tus ojos se cerraban para siempre, observé tu rostro, un rostro sereno con la seriedad que siempre te caracterizó; y recordé en ese instante lo que una vez nos dijiste: "Que en la vida todos tenemos marcada una raya" y que el día y la hora no pasarán sin llegar a ella, pero que al estar ahí, ya no podremos continuar.
Para ti, la llegada a la meta de tu vida se ha efectuado, nos dejas un vacío físico; pero nos legaste un sinnúmero de razones de trabajo, de esfuerzo, de responsabilidad, de honradez para consigo mismo y sobre todo la ayuda a los demás; nunca olvidaremos tus ideas del "dar" cuando señalabas que el hombre es por lo que da y no por lo que le dan.
Cuando bajabas al regazo de la madre tierra, en una mirada retrospectiva recordé mi infancia y cuando con muy escasos años te acompañaba el Molino de Nixtamal, porque tú fuiste "El Hombre del Molino" por más de cuarenta años y muchas veces escuché que te gritaban "Chava", "échame la mía", "yo llegué primero", "éste acaba de llegar" y veía en ese entonces una larga fila de tinas llenas de nixtamal en el mostrador y tú atendías primero a los niños y se te hacían unas "broncas" grandes y tú silenciabas diciéndoles: Los niños primero, porque ellos van a la escuela y retornaba la calma.
Hay muchas vivencias que algún día terminaremos de enumerar, hoy te has ido, pero tu lección de trabajo seguirá viva siempre.
Pero así está el mundo y éstas son "Nuestras Cosas".
Hasta la próxima.