Hace mucho tiempo llegaban al pueblo los vendedores de peines, pañoletas, seguros, alfileres, incaíbles, pomadas, bálsamos, polvos y algunos se atrevían a anunciar la venta del elíxir de la vida.
Esos hombres ofrecían sus productos mediante una publicidad oral que efectuaban con unos grandes embudos de lámina a manera de bocinas.
Hace mucho tiempo llegaban al pueblo esos vendedores ambulantes a quienes la gente conocía como "merolicos". Pues bien uno de ellos en su afán de lograr publicidad y vender sus productos, subió a la cúpula de la iglesia del pueblo y trató de elevarse a las alturas con un enorme globo, el cual no funcionó y aquel hombre cae al vacío y muere. Nadie sabía de dónde era, pero la calidad humana de los sabinenses de aquella época sale a flore y ellos le dan cristiana sepultura y le construyen un monumento rodeado por un barandal de hierro que a pesar del tiempo y su patina aún existe, éste se encuentra muy cerca de las palmas, mudos testigos en el viejo panteón del pueblo. La gente lo recuerda como "El Globero".
Pero así está el mundo y éstas son "Nuestras Cosas".
Hasta la próxima.