Este es un lugar de esparcimiento, el cual ha podido salir avante a pesar de los embates del tiempo y la lucha de este cine pueblerino contra la invasión teconológica de videocaseteras y antenas satelitales.
Hoy recordamos aquellas butacas de rejas en asientos y respaldos, aquellas butacas hechas del corazón de los árboles. Aquella vieja escalera de madera colocada a la derecha de la entrada de este cine, por la que chiquillos en nuestro mundo infantil, subíamos a la “galería”.
Recordamos también aquel anuncio que en proyección fija salía en la pantalla, con la figura caricaturesca de un hombre con un cigarrillo en la boca y decía “NO FUMAR”. Los “empleados”, policías municipales de aquel tiempo, eran los encargados de sacar a los fumadores de aquel sitio de diversión.
Un peso en luneta, cincuenta centavos en galería eran el costo de la entrada en aquel ayer. En algunas ocasiones, las bolsas vacías de los cafés K-Cero, La Silla y B y B, productos elaborados por Tostadores Monterrey, S.A., eran “boletos válidos” para las funciones del Cine Olimpia.
Películas norteamericanas, nacionales, caravanas artísticas, tres películas por un peso y muchas cosas más que se vivieron en el cine de nuestros abuelos, con cuánta razón en el carro de sonido, él decía: “Para los niños, para los papás de los niños, para los papás de los papás de los niños”. Su señor padre “Don Chalo Cavazos” decía: “Venga usted al cine Olimpia, donde se ve, se oye y se está mejor”.
Hoy que se ha ido, sirvan estas palabras para reconocer la valía de Horacio R. Cavazos Flores.
Pero así está el mundo y éstas son “Nuestras Cosas”.
Hasta la próxima.
Garza Inocencio
Miembro de la Asociación de Escritores de Sabinas Hidalgo