He ido en multitud de ocasiones a la capilla de velación; allí estaba el cuerpo inerte del amigo, del pariente, del vecino…
Sí, ahí estaba, cuando ya no me puede ver, cuando ya no me puede oír, cuando ya no puede conversar conmigo.
El calor de su cuerpo se fue, como también se fue el signo ameno de su palabra. Él no fue uno del montón, él logró sobresalir, fue un hombre de éxito y el éxito en la vida se paga caro.
En vida, pocos o muy pocos son los seres que son capaces de reconocer la trayectoria de los demás; sin embargo hoy que se ha ido empezamos a decir: “Qué bueno era”, “era muy atento”, “era muy justo y solidario”, y un sinfín de epítetos con los que hoy abonamos a la persona que se fue.
Como se dice comúnmente, el árbol tuvo que caer para poder aquilatar su tamaño. Los reconocimientos los debemos hacer en vida, desgraciadamente lo anterior no ocurre y todo por un sentimiento negativo llamado “envidia”, alguien la definió diciendo: “La envidia es el homenaje que la mediocridad rinde al talento”.
Pero así está el mundo y éstas son “Nuestras Cosas”.
Hasta la próxima.
Garza Inocencio
Miembro de la Asociación de Escritores de Sabinas Hidalgo