Antes no había hospitales, los niños “llegaban de París” directamente a la casa. Antes no había que ir al súper a traer la leche, el lechero dejaba el frasco lleno y se recogía el vacío en la puerta de la casa.
Antes no había tarjeta de crédito para surtir la mercancía, lo que sí había era una libretita que llevábamos al dueño del tendajo y se la presentábamos “dice mi mamá que le apunte un kilo de harina y medio de manteca”.
Antes la boda no era en un salón de eventos, se desarrollaba en la casa con mesas y sillas prestadas por los vecinos.
Antes no existían las capillas de velación, el difunto era velado en la casa, los enseres domésticos se sacaban al patio y daban lugar al féretro y sus largas velas de cera, porque por eso era velorio, hoy no hay velas, hoy hay focos.
Antes para el caldo de la comida se sacrificaba una gallina del corral “retorciéndole el pescuezo”, hoy una llamada por teléfono y la comida llega pronto, con el muchacho de la moto.
Antes no había teléfono, había que enviar un recado o una carta a la novia, que tardaba su tiempo en llegar, hoy el vertiginoso correo electrónico.
Ayer y hoy.
Pero así está el mundo y éstas son “Nuestras Cosas”.
Garza Inocencio
Miembro de la Asociación de Escritores de Sabinas Hidalgo.