Hace tiempo vivió en el pueblo un hombre que traía un maltrecho carretón, tiado por un asno y en ocasiones por dos.
La caja de aquel vetusto carretón, estaba inclinada hacia uno de sus lados, en ocasiones este rozaba con las cansadas ruedas del vehículo; lo maltrecho del mueble se debía a que su dueño colocaba en él más carga de la debida, inclusive en la parte inferior amarrada a manera de hamaca unas arpilleras que también era saturadas.
Además de los burros, sus “trabajadores” incansables; se hacía acompañar por dos o tres perros fieles guardianes de aquél hombre.
Él vivió en aquella época, que ni en sueños siquiera se hablaba de un “camión recolector”. Era el tiempo en que los habitantes del poblado, acostumbraban ir a tirar la basura a las orillas del río, lo hacían quienes se ubicaban cerca de él y otras más “quemaban” la basura en los patios de sus casas.
Aquel hombre se encargaba de recoger la basura de los hogares del pueblo y depositarla en los baldíos cercanos a la corriente de agua natural.
Era un hombre alto, robusto, su piel curtida por el sudor y el sol veraniego, o por el cierzo invernal que cortaba el rostro; su cabeza cubierta por un multiforme sombrero maltratado por el paso del tiempo. ¿Su nombre? Era conocido en el pueblo como el “Oso”.
Pero así está el mundo y éstas son “Nuestras Cosas”.
Garza Inocencio
Miembro de la Asociación de Escritores de Sabinas Hidalgo