Allá por el año de 1953, cuando un servidor cursaba su cuarto año en la escuela primaria, en aquel hermoso edificio de la “Manuel M. García” también llamada en ese entonces “la escuela de niños”, recuerdo a mi maestro quien por primera vez llevó a la escuela un balón de futbol.
Recuerdo la clase de canto, sí, la clase de canto de los viernes por la tarde en la que entonábamos el Canto a la Revolución: “Compañeros sembradores, compañeros del taller, entonad unidos todos por la idea y el corazón…”
Hace más de treinta años que la vida nos ha colocado como vecinos y hace unos días, le comenté que lo recuerdo dirigiendo la Banda de Guerra de la Escuela “Manuel M. García” por las calles que la circundaban, deteniéndose en las esquinas, lo recuerdo muy bien practicando con clarín en mano dando instrucciones en la esquina de Escobedo y Porfirio Díaz.
Y fue tal vez allí donde conoció al amor de su vida, sí, al amor de sus amores con quien posteriormente formaría un hogar y una gran familia; con esa gran mujer que por su enorme sencillez el pueblo la conoció como “La Prieta” quien tenía su piel blanca y mucha pureza en su corazón, hoy recuerdo a María Teresa Ancira G. y su sencillez que la hizo enormemente grande y a su esposo el maestro Dante Perrone Hernández.
Pero así está el mundo y éstas son “Nuestras Cosas.
Hasta la próxima.