Iniciamos la columna parafraseando a Alberto Cortés cuando dice: “Que suerte he tenido de nacer…” Que suerte tuvimos aquellos que pudimos ser sus amigos de la infancia, cuando íbamos descalzos a la escuela y no por placer, sino por necesidad.
Iniciamos la columna parafraseando a Alberto Cortés cuando dice: “Que suerte he tenido de nacer…” Que suerte tuvimos aquellos que pudimos ser sus amigos de la infancia, cuando íbamos descalzos a la escuela y no por placer, sino por necesidad.
La suerte de haber tenido en nuestra infancia a los mismos maestros, tuvimos la fortuna de poder aprender los “sonidos” con la inolvidable maestra Azucena Hinojosa Pérez, allá en el último salón de la Escuela “Manuel M. García” ubicado al norte y por su ala oriente.
Vivimos los recreos plenamente: en los columpios, en la ola, en los volantines; como rapaces chiquillos trepábamos por las ramas de los vetustos cubrevientos que rodeaban aquel centro del saber. Las canicas multicolores hechas de resistente barro, el balero, el trompo, el perseguido con los “agues”, el bote volado, los prisios, todos ellos fueron nuestros juegos infantiles, tal vez muy simples pero llenaban todo nuestro ser de felicidad, de aquella enorme felicidad que compartíamos con todos, porque todos éramos amigos, de aquella amistad limpia y sincera que se prodiga en la infancia y que perdura para siempre.
Pero así está el mundo y éstas son Nuestras Cosas.
Hasta la próxima.