Las tiendas de antes tenían una marquesina, es decir un techo de concreto que cubría las banquetas que circundaban los negocioa y aún hoy las podemos apreciar por ejemplo en la esquina de Escobedo y Victoria, en Porfirio Díaz y Escobedo, en Porfirio Díaz y Doctor Coss y en otros sitios del pueblo.
En la esquina noreste de Zaragoza y Antonio Solís, había una construcción y como las que he descrito también tenía su marquesina y las cuatro esquinas de ese cruzamiento tenían "ochavos", es decir las esquinas no eran ángulos rectos. Pues bien en la esquina antes mencionada había una enorme casa, de grandes ventanales y protegidos ellos con gruesas rejas, sus paredes exteriores siempre pintadas de color crema y un verde pálido.
Allí viviía un médico cirujano y su esposa Doña Hortensia procedentes de San Luis Potosí, por la calle Zaragoza antes de llegar a la esquina había un portón de lámina y por un agujero hecho por un clavo, tal vez en forma equivocada, podíamos observar al interior del enorme patio lleno de higueras y palmas datileras y vigilando ese enorme espacio no un gran perro, sino un puma.
Al doblar Zaragoza y caminar al oriente por Antonio Solís, podíamos escuchar las hermosas notas musicales de un piano y melodías grabadas en acetato de algunas obras de ópera, en esa casa había cultura musical y científica, visitando hace días el Museo Regional pudimos ver la placa del consultorio del médico que allí vivió, el doctor Luis Martínez Loyola.
Pero así está el mundo y éstas son "Nuestras Cosas".
Hasta la próxima.