Nos llaman de una manera muy elegante: “Los adultos mayores”, “Los de la Tercera Edad”, “Los de la edad en plenitud”, “Los de la juventud acumulada” se oye muy bonito, pero la verdad, en pocas y efímeras palabras hay que reconocer que somos “viejos”…
Nos llaman de una manera muy elegante: “Los adultos mayores”, “Los de la Tercera Edad”, “Los de la edad en plenitud”, “Los de la juventud acumulada” se oye muy bonito, pero la verdad, en pocas y efímeras palabras hay que reconocer que somos “viejos”, que nuestros mejores años jan quedado atrás y que el hoy es otro tiempo y otro espacio. Hay muchas maneras de estimular y querer a “los viejos”, sin llegar a querer colocar una zanahoria delante del viejo conejo, para hacerlo caminar con trémulos pasos, a sabiendas de que nunca logrará ese trofeo codiciado. El médico nos quitó: el cigarro, el ambarino líquido amargo de la cerveza, el rico sabor a uva del brandy, el hielo, el azúcar, la sal, la grasa; nos mandó analizar y nos dijo: hay glucosa, hay triglicéridos, hay ácido úrico, la presión está acelerada.
Nuestros brazos y piernas se han hecho torpes, nuestra respiración es agitada, nuestros ojos perciben imágenes borrosas que no se aclaran ni con los grandes aumentos de los cristales, nuestras respuestas son erróneas, porque nuestros oídos no captan bien las preguntas ¡Nos hicimos viejos! Es la ley de la vida. El adulto mayor, la edad de plenitud, los jóvenes de la tercera edad; ¡Que bonito! ¡Qué hermoso! se dice y se escucha pero nos hicimos viejos y nos iremos pronto. Ojalá que hayamos dejado una historia a nuestros hijos y en especial a nuestros nietos, éste agosto es el mes del abuelo.
Pero así esta el mundo y éstas son Nuestras Cosas.
Hasta la próxima.
Garza Inocencio