Las peluquerías… Hoy hombres y mujeres llegan a las estéticas, ayer las mujeres acudían a la sala de belleza y los hombres a la peluquería. Por la calle Bravo recordamos la Sala de Belleza “Andreita” y algunas más que hoy no están en nuestra memoria.
Las peluquerías… sí, las peluquerías de antaño con aquel enorme sillón de piel, donde el peluquero recortaba nuestro cabello por unas cuantas monedas. Tal vez usted recuerde la ubicación de la peluquerías; la de Don Apolinar en Bravo e Iturbide, la del señor Hinojosa en Niños Héroes y Mina; la de don Severiano Hernández por la calle Treviño entre Bravo y Victoria; la del señor De León por la calle Escobedo; una más por la calle Niños Héroes junto a la Carnicería del don Guadalupe Bautista; la del señor Manuel Garza Fernández por la calle Escobedo casi cruz con Zaragoza; una peluquería pequeña pero que también cumplía con su cometido junto al taller de carpintería de don Eliseo Treviño por la calle Juárez; la de Ervey por Iturbide. Había también una peluquería y en ese mismo lugar una perfumería que se encontraba por la calle Porfirio Díaz, frente a los billares de Don Nicolás Saldaña y colindando con aquel edificio que por muchos años albergaba a la Oficina de Correos; esa peluquería se llamaba París-México y al frente de ella se encontraba el señor Carlos González Valdés. Las peluquerías del pueblo, aquellas peluquerías con aroma de talco y agua de colonia, hoy con olor a nostalgia por los tiempos idos.
Pero así está el mundo y éstas son “Nuestras Cosas”
Hasta la próxima.