Y yo le escribía a “Santa Clos”… y esperaba ansioso el amanecer del día de Navidad, de aquellas navidades en que calaba el hambre y calaba el frío.
Nuestra casa era humilde y no tenía chimenea y me preguntaba ¿Por dónde iría a entrar Santa Clos?, pues los relatos nos decían que el hombre de rojo, de barba blanca y sonrisa bonachona entraría por la chimenea.
Y yo le escribía una carta a “Santa Clos”… le pedía juguetes en especial una carrito de cuerda, un carrito de cuerda que nunca llegó, pero que la habilidad de mi padre transformó mi sueño, lo hizo con una portola, dicho de otra manera, con una lata de sardinas vacía y de forma ovalada, a la que le puso cuatro carretillas de hilo vacías a manera de llantas y un cordón para estirarlo.
Bendita la paciencia de aquel hombre que transformaba mis sueños con su mucha imaginación, para que aquel tiempo de mi niñez fuese hermoso. Cuando se tiene ganas de jugar, cualquier cosa es un juguete; un palo de escoba era un caballo, cuando dábamos un puntapié a una naranja transformábamos en pelota, la cáscara de la naranja que flotaba en río era un barco. Y yo le escribía a “Santa Clos”… Bendita imaginación la de nuestros viejos que nos hicieron tan felices con lo poco que tenían.
Pero así está el mundo y éstas son ”Nuestras Cosas” .
Hasta la próxima.