Ayer tarde la lluvia peinaba los cristales de la ventana.
Era una tarde gris, negros nubarrones amenazaban el ambiente, presagiando que las lluvias seguirían cayendo copiosamente.
No se porqué, pero siento que el ambiente influye en nuestro ser. En muchas ocasiones las tardes grises nos ponen tristes. Podemos decir que no hay peor tristeza que aquella que embarga a nuestro entorno.
A veces por no poder satisfacer las necesidades de los nuestros, a veces por no poder ayudar a quienes realmente lo necesitan y en otras ocasiones cuando recordamos a seres muy queridos que nos acompañaron aquella lejana tarde, cuando también llovía copiosamente.
La lluvia es una bendición, la lluvia es alegría, sin embargo a veces esas enormes gotas semejan lágrimas del alma nuestra.
Pero así está el mundo y éstas son “Nuestras Cosas”.
Hasta la próxima.