A un amigo…
El ser humano tiene por característica única sobre el resto de los seres animados, la cualidad del pensamiento y junto a él, se encuentra la alegría y la tristeza.
Cuando no podemos hacer que salgan de nuestra garganta las palabras, nos invade la tristeza, pero cuando la nostalgia ha pasado llega a nuestra mente la reflexión; y es entonces que junto a ella aparecen las dimensiones de quienes de alguna forma convivieron con nosotros, pasa el tiempo y entonces somos capaces de aquilatar la grandeza; la grandeza de aquellos que sin egoísmos fueron capaces de darse a los demás con la luz de la inteligencia que aún sigue iluminando caminos, caminos llenos de sabiduría y de historia.
Escribir no es fácil, criticar tal vez si; pero escribir como lo hizo nuestro amigo es extraordinario.
Fue capaz a través de su pluma, de darle vida a los personajes de la vida del pueblo y es entonces que surge la anécdota, el relato y la historia y aparecen en nuestra mente: “Los hombres de la plaza”, “Las Marceleñas”, “El soldador y su burro”, “Los recuerdos de Arcadia”, “Un hombre y su oficio”, “María Inés y Panchita López”, “Una crónica para cinco doctores”, “Zaragoza y su acordeón”, “La casa del padre Castañeda”, “Los que vinieron de lejos”, “El hombre que se quedó para soñar con su violín”, “El cura del pueblo”, “El hombre de las tres historias”, “El fantasma de Molina”, “Atrás quedó el Porvenir” y cientos de relatos más que hicieron de la microhistoria del pueblo, la gran historia de Sabinas Hidalgo.
Como un recuerdo a nuestro compañero y amigo Celso Garza Guajardo.
Pero así está el mundo y éstas son Nuestras Cosas.
Hasta la próxima.