Recordar es vivir…
Hoy, hermosos jardines y elegantes bancas y luces en arbotantes con adornos coloniales conforman nuestra plaza principal.
Ayer una plaza llena de estanquillos de madera, donde se podía disfrutar la tranquilidad pueblerina consumiendo un refresco o saboreando una rica nieve.
Las muchachas y los muchachos en la plaza del ayer, dando vueltas, los varones en una dirección y las señoritas en dirección contraria.
Las bancas, aquellas bancas blancas de granito, que fueron mudos testigos de infinidad de declaraciones amorosas, mudos testigos también de encuentros y desencuentros, de celos, enojos y gratas reconciliaciones.
Los feligreses saliendo del Templo “San José” de la misa de doce, de la misa de aquel ayer; la llegada a la nevería de Doña Lupita, sí a la “Nevería Cuauhtémoc”; la hermosura de las muchachas del pueblo y dentro mesas y sillas ocupadas por parejas de enamorados, absortos en su conversación y tomados de las manos; ese era el romanticismo de ayer, todo lo anterior acompañado por románticas melodías que salían de una bonita radiola de finas maderas y luces multicolores que “tocaba” discos de acetato de setenta y ocho revoluciones.
La expresión de ese entonces ¡Nos vemos en la nevería! y al pasar por la acera escuchábamos a Virginia López “La voz de la ternura” cantando: No, no y no, tú no puedes olvidarme, porque dentro de tu alma tan sólo hay una imagen, y esa imagen soy yo.
Recordar es volver a vivir.
Pero así está el mundo y éstas son “Nuestras Cosas”.
Hasta la próxima.