Lo conocí cuando asistíamos a la secundaria, siempre como un alumno modelo, todos queríamos en época de exámenes estudiar con él.
Lo conocí cuando asistíamos a la secundaria, siempre como un alumno modelo, todos queríamos en época de exámenes estudiar con él. Gran estudioso, el alumno aplicado, un par de veces tocó en el mismo salón, en primero y tercer año, después lo volví a ver hasta la preparatoria, la No 5, fue ahí donde volvió a lo mismo. Apegado a los libros, estudioso, mas de pronto algo paso… ¿ Que pasó?
…No sé.
Segundo año de prepa y ya no fue a las aulas, ya no lo encontré más.
Se perdió en el pueblo, se perdió en la nada, de las veces de que un amigo se separa de ti y ya no lo ves.
Se perdió en los laberintos de la desilusión, de su soledad, perdido en los vericuetos de la vida, conviviendo y hablando con todos, aunque, solo encerrado en su mundo de “fantasías”, “lujurias” y “divinidades”.
La gente, le apunta con el dedo, lo señala, mas detrás todavía hay rasgos de la viveza y la astucia que un día le conocí.
Sufrió mucho el año antepasado y este el que pasó también, pero cada año que va a seguir, seguirá aumentando la carga de sus penas.
En ocasiones hablo con él, le ayudo un poco a levantar la pesada cruz que arrastra……Es ahí donde recuerdo la canción de Alberto Cortes
“Pobrecito mi patrón, cree que el pobre soy yo”
Y es que algunas veces me ha dado a demostrar, cómo en año de la adolescencia, que a lo mejor él es mas listo que muchos, que estamos caminando ganándonos el pan diario.
Que su amor fraternal continúe.
Recuerden a los que están encadenados con
ellos, puesto que nosotros mismos estamos
atados a un cuerpo. Hebreos 13.3