Allá por los años cincuenta del siglo pasado en lo que es el cruce de las calles de Galeana y de Iturbide en la esquina sur-oriente un buzón metálico presto para recibir todo tipo de correspondencia que le fuera depositada.
Allá por los años cincuenta del siglo pasado en lo que es el cruce de las calles de Galeana y de Iturbide en la esquina sur-oriente un buzón metálico presto para recibir todo tipo de correspondencia que le fuera depositada.
Esta caja metálica como caja fuerte de información se encontraba realizando una función de servicio para satisfacer a todos los habitantes que vivieran por el área de la carretera y el incipiente crecimiento que se empezaba a dar a lado norte y oriente de la villa.
La causa de la ubicación de dicho buzón, se debía, a la de que las personas que viviera por dicho rumbo, se evitara la fatiga de ir hasta la agencia de correos la cual se encontraba en esa época, en el cruce de las calles de Hidalgo y Porfirio Díaz justo contra esquina de la plaza principal.
Pero que decir de aquel buzón el cual estaba en una forma (ubicación) que si se le pide a cualquier diseñador de transito peatonal no se le hubiera ocurrido instalarlo donde se encontraba; es decir si te encontrabas caminando por la calle Iturbide para llegar a la esquina veías un poste en la esquina al terminar la banqueta y ahí justo al dar vuelta y tomar la calle Galeana, Palo te topabas con dicho cajón, todo metálico de un calibre demasiado grueso, de tal forma que día tras día no sobraba quien le recordara su progenitora a quien bien se le ocurrió instalarlo ahí, otra de ellas y viceversa te encontrabas caminando por la acera de Galeana, pues bien lo advertías, pero si alguien te acompañara había que pasar uno y luego el otro ya que entre el poste y el buzón cerraban el acceso de tal modo que nada mas una sola persona podía pasar.
Mi padre a veces me mandaba a depositar cartas a dicho buzón. En ocasiones estas no llevaban timbres, pero no había problemas porque junto a donde estaba el buzón, existía una tienda, que mas que una tienda, parecían dos, porque esta se dividía en un mostrador largo de madera, en donde se despachaban abarrotes en general, esto en la esquina y la otra entrada donde solo había telas y mercería, como ya advirtiendo de la nueva era por llegar, en donde hay grandes tiendas departamentales de una y otra sección.
Cuando me tocaba comprarle estampillas esperaba al despachador y mientras observaba aquellos anaqueles altos de madera, fue ahí donde me tocó ver despachar brillantina liquida suelta en un bote o botella que traía el propio comprador, era hasta ese entonces cuando comprendía de las frases de nuestra niñez la de te echaste todo el 20 refiriéndose a la brillantina en la cabeza de los niños que llegaban bien peinados a la primaria, otra de las cosas que recuerdo, la de despachar dulces sueltos de todos tipos, todos revueltos (creo que en la actualidad existen) esto en un deposito de madera pegado a uno de maíz y otro de fríjol, el despachador hacia de papel plomo un cucurucho y con un cucharón era el mismo para todo, llenaba el cono y lo pesaba.
Por fin me atendía y de un legajo incrustado en los anaqueles junto a la pintura del caballito, sacaba y lo abría, ahí aparecían un lote de hojas de estampillas -una de 25 Cvs para Monterrey y otra que va a USA. esta son 50 Cvs, pagaba con un peso de papel moneda y me regresaba la feria, es decir una peseta, una moneda blanca, que tenían impresas una balanza.
Hoy ya no está el buzón, se lo llevó el tiempo, tampoco está la tienda de abarrotes solo partes de sus paredes de sillar que la formaban, pero están nuestros recuerdos que algún día también como al buzón el tiempo se los llevara.