Perdidas en el tiempo están las evocaciones que los primeros pobladores de Santa Catarina, N. L. hacían de las correrías de los indios; éstos, buenos conocedores del terreno que pisaban, aprovecharon los inexpugnables riscos de la Sierra Madre Oriental, precisamente en el Cañón de la Huasteca, para ocultarse después de dar los albazos al incipiente poblado.
Fundada por don Lucas García quien fuera vecino y poblador de Saltillo en 1577, donde anduvo en campañas para convencer a los indios que estuvieran en paz y se avecindaran en esa población; logró aprender varias lenguas indígenas lo que facilitó mucho su labor de convencimiento con los naturales y logró bastante éxito en dichas la pacificación de la región; por estas acciones se le dio el título de Capitán de la Paz.
Don Lucas fue también uno de los fundadores de la metropolitana Ciudad de Nuestra Señora de Monterrey, al lado de don Diego de Montemayor y otras diez familias en aquel día del 20 de septiembre de 1596; se le dieron mercedes de tierra y al año siguiente fundó la estancia de Santa Catalina, que al decir de personas de esa época, era en el año de 1624, la mejor del Nuevo Reyno de León, por sus tierras, aguas, casa fuerte, galerones de trigo, cuyo valor era de mas de diez mil pesos, misma que fue asaltada e incendiada en ese año por el temible caudillo indígena Cuajuco.
Este don Lucas fue un hombre muy participativo en los asuntos públicos pues fue alcalde de Monterrey siete veces, regidor en diversas ocasiones y procurador; murió en el año de 1630. Por el pensamiento de don Lucas, éste no cruzó jamás la idea del explosivo poblamiento y desarrollo industrial de aquella casi aldea, para convertirse en la hoy ciudad de Santa Catarina.
La quietud bucólica de aquellos tiempos solo era rota por el alarido de guerra de los naturales, por algún desastre ocasionado por las fuertes lluvias, que caían sobre la sierra y en torrente implacable bajaban para amenazar a sus moradores; motivo de intranquilidad fueron también las rebeliones intestinas que sufrió nuestra Patria el siglo XIX, donde los enconos partidistas e ideológicos, se resolvieron con las armas.
El despegue industrial de Monterrey tuvo sus efectos en Santa Catarina y ya entrada la mitad del siglo XX, se extendió hacia aquellos lares; poco a poco se establecieron fábricas y comercios, que si bien generaron empleos, trajeron como consecuencia el aumento poblacional con sus demandas de servicios de todo tipo, aparejado con problemas de vialidad, contaminación y a últimas fechas de inseguridad.
La rapidez del avance santacatarinense no ha dejado de acarrear viejos lastres, que poco a poco se irán venciendo para convertirla en una moderna urbe.
Sin embargo, al lado del diario trajinar, se encuentra la quietud y majestuosidad de sus montañas, sus escarpadas cumbres, bellas cañadas, misteriosas oquedades, soberbios pinos, resistentes mezquites, fauna interesante y también desolados yermos, todo ello conjugado en un mosaico multicolor que le da señorío y prestancia a su geografía.
Cuna de mujeres y hombres trabajadores, persistentes, tenaces, dispuestos a enfrentarse a lo por venir, en no arredrarse ante las dificultades y que con pasión, sentimiento y emoción aman a su terruño, que hoy se encuentra amenazado.
Si ya se dio un rotundo no al establecimiento de un pomadoso fraccionamiento que alteraría el medio ambiente, esperemos que las autoridades estatales y municipales frenen este atentado que se pretende hacer al paisaje del Cañón de la Huasteca, con el desarrollo urbano denominado Valle de Reyes.
¡Vaya, vaya, de los épicos hechos históricos, pasamos a la depredación de la naturaleza!, ¡Cosas veredes Don Lucas, en este principio de siglo XX!