En nuestro quehacer diario nos enteramos de las noticias locales o nacionales que por estar inmediatas al entorno vivencial, nos llaman la atención o nos afectan directa o indirectamente, somos muy caseros al respecto, consideramos demasiado lejanas aquellos acontecimientos sucedidos en otras partes el mundo, no dándoles ni la importancia, ni su posible repercusión o proliferación en estos lares.
Los actos terroristas afectan a inocentes indefensos, ajenos a los avatares políticos o religiosos, son una muestra más de la irracionalidad a la que ha llegado el ser humano, cuando no le importan los medios utilizados para conseguir sus fines.
Se podría alegar que son sucesos cuyo escenario está muy distante de nuestro país y aquí es poco probable suceda tal cosa; sin embargo, el aumento de la violencia, de la inseguridad, la ampliación de la brecha entre pobres y ricos, los enconos políticos, desempleo, bajas percepciones económicas y otros factores sociales, pueden constituirse en catalizadores del malestar popular que deriven en actos violentos.
El concepto de terrorismo no está definido con precisión, se ha intentado en los medios políticos y académicos lograrla, pero no ha sido posible; en una guía para la investigación sobre este asunto, hecha por Alex Schmid, proporciona 109 definiciones, según la variedad de actos terroristas efectuados.
La diversidad de opiniones sobre el concepto de terrorismo tiene como fundamento las características propias de cada grupo pues "difieren por sus fines, sus motivaciones, sus estrategias, sus culturas, además de los contextos geográficos y políticos en que operan" según lo señala José Antonio Viera-Gallo en su libro El terrorismo. Un desafío para la comunidad internacional.
El origen de los actos terroristas se encuentra en las diferencias religiosas, étnicas, nacionalistas, políticas, económicas y sociales, pero también en desacuerdos con tal o cual ideología, además está el terrorismo practicado por narcotraficantes y mafias criminales.
Walter Laquer en sus Reflexiones sobre Terrorismo, anota que "la mayoría de los expertos coinciden en que el terrorismo es el empleo o amenaza de violencia, un método de combate o una estrategia para lograr ciertos objetivos, que su propósito es inducir un estado de temor en la víctima, que es despiadado y no se ajusta a las normas humanitarias, y que la publicidad es un factor esencial de la estrategia terrorista".
Se trata de crear un estado de temor con la colocación de bombas en lugares públicos que causan un número considerable de víctimas, con el propósito de llamar la atención a los medios de comunicación sobre su lucha política o religiosa y hacerle presente al Estado su presencia y acción; otros tipos de terrorismo practicado por estos grupos son los atentados a funcionarios, secuestros de aviones, tomas de rehenes en embajadas, ataques a diplomáticos y funcionarios públicos, sabotajes a trenes, torres eléctricas, presas y otros surgidos según su creatividad.
La finalidad del terrorismo la enmarca con claridad el jurista mexicano Marco Antonio Díaz de León, en su trabajo titulado El Delito de Terrorismo, cuando asienta: "en términos generales el terrorismo corresponde a una forma violenta y delictiva de lucha política por la que se persigue el enervamiento o destrucción del orden público establecido, creando con ello un ambiente de inseguridad, pavor y acaso ingobernabilidad, capaz de intimidar a la población o al gobierno".
Agrega Díaz de León: "el terrorismo, además del dolo homicida o de dañar propiedad ajena, pública y privada y, en general, de destrucción de bienes y servicios públicos, supone dolo específico o un fin principal que es el de implantar una sensación colectiva de miedo, intimidación e indignación que socave el clima normal en el desarrollo social y en la capacidad de ejercicio del poder público constituido".
Encontrar soluciones antiterroristas, logrando mantener el respeto a los derechos humanos y los procesos democráticos, es un reto enorme al que se enfrentan los líderes y gobiernos del mundo, así como también la intervención territorial de un país, en busca de cuarteles y arsenales de terroristas.
En otro plano, se debe considerar también el terrorismo de Estado, cuando este oprime políticamente a los ciudadanos; el terrorismo fiscal, impuesto por los Ministerios de Hacienda con el propósito de atrapar a evasores del fisco o lograr mayor captación de ingresos. Tampoco podemos dejar fuera el terrorismo verbal, práctica muy común de los políticos en su afán de hacerse notar, desacreditar a un opositor, o mostrar su desacuerdo con una situación, pero al menos estos contaminan auditiva y visualmente, raras veces causan estragos materiales.
En fin, el terrorismo es una práctica deleznable que no ha sentado sus reales en México, pero se debe estar atento ante la profundización de la crisis económica y su repercusión en el golpeado nivel de vida de los mexicanos.